/ lunes 15 de enero de 2018

Crimen sin castigo: Cuando denunciar no sirve de nada

especial_huella-imborrable.jpg Miguel Rivera acababa decumplir 20 años y decidió celebrar en la playa con su mejor amigoDavid. Los muchachos viajaron en auto de la Ciudad de México haciaIxtapa Zihuatanejo, en Guerrero, cuando a la altura de CiudadAltamirano fueron levantados por quienes parecían ser policías.Horas después sus familias sabrían que en realidad eransecuestradores.

Desde aquel 5 de enero de 2012 han pasado seis años debúsqueda incansable para dar con su paradero. Durante este tiemposus seres queridos hicieron lo que la autoridad jamás logró: darcon la ubicación, el nombre y el alias de los criminales. Y apesar de ello, ninguna fuerza gubernamental ha tenido la voluntadde hacer un operativo para rescatarlos y detener a losplagiarios.

La impunidad en México es tan grave que el dato duro enchina lapiel: menos del 1% de los delitos cometidos se castiga. No importael estado de la República en que el crimen tenga lugar, es casiimprobable que el responsable pague.

Los secuestradores de Miguel y David lo sabían cuando sepusieron en contacto con sus familias para pedir el rescate, cuandorecogieron el dinero en un convoy fuertemente armado a plena luzdel día, como si no les importara que alguien los viera, y cuandocínicamente les mintieron asegurando que encontrarían a losjóvenes en un lugar donde no había nadie.

secuestro_rescatemo-a-david-y-miguel.jpg

DE MAL EN PEOR

Guillermo Zepeda fue pionero en estimar la impunidad en México.En su libro “Crimen sin castigo”, publicado en 2004, calculabaque se denunciaba una cuarta parte de los ilícitos cometidos yapenas se esclarecía el 4.5%. Al final, solo 1.06% terminaba enuna sentencia condenatoria. Es decir, que la impunidad, entendidacomo delito sin castigo, era de 98.94%.

“Entonces fue un escándalo, pero hoy estamos peor:simplemente la probabilidad de esclarecer un delito es menor de1%”, señala Zepeda a este diario.

El investigador del Colegio de Jalisco actualizó su estimaciónen un estudio publicado en 2017 con resultados aún másalarmantes. Ahora solo se denuncian 6.4% de los ilícitos y apenasse esclarece el 0.89%: casi ninguno.

A esta minúscula proporción de casos hay que restar ademásaquellos en los que el responsable no es capturado o no esvinculado a proceso y los que no terminan en condena. Esto deja, deacuerdo con Zepeda, una impunidad de alrededor del 99.5%. Es decir,que de cada mil crímenes se hace justicia ¡en cinco!

grafico.jpg

NO TODO ESTÁ PERDIDO

Pese al panorama sombrío, Zepeda destaca algunos ejemplos de loque se está haciendo bien en lugares como Guanajuato y NuevoLeón. Hoy son más efectivos en el esclarecimiento de delitos, loque se traduce en más confianza ciudadana y por ende, en una mayortasa de denuncia.

La diferencia con el resto del país es que están fortaleciendosus mecanismos alternativos de solución de controversias graciasal nuevo sistema penal acusatorio, lo que  ha permitido desahogara sus procuradurías de delitos menores para concentrar susrecursos en resolver los de alto impacto.

Así, mientras que los procesos alternativos para ilícitosmenores terminan en general con acuerdos reparatorios, en los casosmás graves se hace más y mejor investigación para dar con losresponsables.

El problema es que la mayoría de los estados aún no aprovechanel potencial que ofrece el nuevo modelo penal, dice Zepeda.

ayotzinapa_normalistas.jpg

IMPUNIDAD Y VIOLENCIA

La impunidad es la constante en varios de los sucesos que máshan estremecido a los mexicanos. Allí están los feminicidios quedesde 1993 empezaron en Ciudad Juárez, una de las principalesciudades fronterizas de México, y ahora se han extendido a másregiones del país.

En la misma urbe también se recuerda la masacre de 16estudiantes ocurrida hace exactamente ocho años en elfraccionamiento Villas de Salvárcar, jóvenes a los que elentonces presidente Felipe Calderón criminalizó calificándolosde pandilleros para después recular públicamente.

La impunidad incrementa los niveles de crueldad. Y es que, enpalabras de Guillermo Zepeda, “cuando no hay un contrapeso o unaseñal de que se va a cumplir la ley, se cometen las peoresatrocidades”. Atrocidades como las de raptar a dos amigos comoDavid y Miguel, engañar a sus seres queridos para que pagaran unrescate y a cambio nunca devolverlos.

especial_huella-imborrable.jpg Miguel Rivera acababa decumplir 20 años y decidió celebrar en la playa con su mejor amigoDavid. Los muchachos viajaron en auto de la Ciudad de México haciaIxtapa Zihuatanejo, en Guerrero, cuando a la altura de CiudadAltamirano fueron levantados por quienes parecían ser policías.Horas después sus familias sabrían que en realidad eransecuestradores.

Desde aquel 5 de enero de 2012 han pasado seis años debúsqueda incansable para dar con su paradero. Durante este tiemposus seres queridos hicieron lo que la autoridad jamás logró: darcon la ubicación, el nombre y el alias de los criminales. Y apesar de ello, ninguna fuerza gubernamental ha tenido la voluntadde hacer un operativo para rescatarlos y detener a losplagiarios.

La impunidad en México es tan grave que el dato duro enchina lapiel: menos del 1% de los delitos cometidos se castiga. No importael estado de la República en que el crimen tenga lugar, es casiimprobable que el responsable pague.

Los secuestradores de Miguel y David lo sabían cuando sepusieron en contacto con sus familias para pedir el rescate, cuandorecogieron el dinero en un convoy fuertemente armado a plena luzdel día, como si no les importara que alguien los viera, y cuandocínicamente les mintieron asegurando que encontrarían a losjóvenes en un lugar donde no había nadie.

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DE MAL EN PEOR

Guillermo Zepeda fue pionero en estimar la impunidad en México.En su libro “Crimen sin castigo”, publicado en 2004, calculabaque se denunciaba una cuarta parte de los ilícitos cometidos yapenas se esclarecía el 4.5%. Al final, solo 1.06% terminaba enuna sentencia condenatoria. Es decir, que la impunidad, entendidacomo delito sin castigo, era de 98.94%.

“Entonces fue un escándalo, pero hoy estamos peor:simplemente la probabilidad de esclarecer un delito es menor de1%”, señala Zepeda a este diario.

El investigador del Colegio de Jalisco actualizó su estimaciónen un estudio publicado en 2017 con resultados aún másalarmantes. Ahora solo se denuncian 6.4% de los ilícitos y apenasse esclarece el 0.89%: casi ninguno.

A esta minúscula proporción de casos hay que restar ademásaquellos en los que el responsable no es capturado o no esvinculado a proceso y los que no terminan en condena. Esto deja, deacuerdo con Zepeda, una impunidad de alrededor del 99.5%. Es decir,que de cada mil crímenes se hace justicia ¡en cinco!

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NO TODO ESTÁ PERDIDO

Pese al panorama sombrío, Zepeda destaca algunos ejemplos de loque se está haciendo bien en lugares como Guanajuato y NuevoLeón. Hoy son más efectivos en el esclarecimiento de delitos, loque se traduce en más confianza ciudadana y por ende, en una mayortasa de denuncia.

La diferencia con el resto del país es que están fortaleciendosus mecanismos alternativos de solución de controversias graciasal nuevo sistema penal acusatorio, lo que  ha permitido desahogara sus procuradurías de delitos menores para concentrar susrecursos en resolver los de alto impacto.

Así, mientras que los procesos alternativos para ilícitosmenores terminan en general con acuerdos reparatorios, en los casosmás graves se hace más y mejor investigación para dar con losresponsables.

El problema es que la mayoría de los estados aún no aprovechanel potencial que ofrece el nuevo modelo penal, dice Zepeda.

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IMPUNIDAD Y VIOLENCIA

La impunidad es la constante en varios de los sucesos que máshan estremecido a los mexicanos. Allí están los feminicidios quedesde 1993 empezaron en Ciudad Juárez, una de las principalesciudades fronterizas de México, y ahora se han extendido a másregiones del país.

En la misma urbe también se recuerda la masacre de 16estudiantes ocurrida hace exactamente ocho años en elfraccionamiento Villas de Salvárcar, jóvenes a los que elentonces presidente Felipe Calderón criminalizó calificándolosde pandilleros para después recular públicamente.

La impunidad incrementa los niveles de crueldad. Y es que, enpalabras de Guillermo Zepeda, “cuando no hay un contrapeso o unaseñal de que se va a cumplir la ley, se cometen las peoresatrocidades”. Atrocidades como las de raptar a dos amigos comoDavid y Miguel, engañar a sus seres queridos para que pagaran unrescate y a cambio nunca devolverlos.

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