/ domingo 19 de agosto de 2018

Viven mujeres doble drama en las prisiones

María Fernanda lleva siete años sin ver a sus hijos y padres al estar presa en el Cereso de Mexicali

María Fernanda tiene 28 años, desde hace siete está recluida en el Centro de Reinserción Social de Mexicali (Cereso) y en ella se cumplen dos aspectos que hacen más complicada una condena: Ser mujer y haber sido referida a una prisión ubicada a miles de kilómetros de su ciudad de origen.

Si algo puede agregársele a su estadía en la cárcel es que por ahora es indefinida, pues no ha recibido sentencia por los delitos de secuestro y delincuencia organizada de los que se le acusa. Actualmente, en el Cereso de Mexicali pugnan una condena alrededor de 188 mujeres, el 75% de ellas por haber cometido un delito del fuero común como homicidio, robo, delitos contra la salud o secuestro; el resto está ahí por un delito federal.

De acuerdo a los registros del Sistema Penitenciario, el 59.5% de ellas no son visitadas por sus familiares o su pareja sentimental.

María Fernanda vive esa realidad

Es madre de dos hijos y cuenta con el apoyo y respaldo aunque a distancia de sus padres que radican en el Estado de Tamaulipas, el mismo en el que ella nació, pero del que salió hace unos años para establecerse en Oaxaca. “Creo que le celebran más a un hombre que haga algo incorrecto que a una mujer, un hombre para la sociedad si se equivoca está bien, una mujer ante la sociedad no se puede equivocar, tienes que ser perfecta”.

“La cárcel no es eterna, esto también pasará y estoy confiada en Dios en que esto pronto se resolverá, no tengo temor porque sé que no hice un delito”

Desde que ingresó a prisión hace siete años, María Fernanda no ha tenido una sola visita, habla cada que es posible con sus padres vía telefónica y dice que ha logrado conformar lazos de amistad y casi de familia con sus cinco compañeras de celda, quienes tampoco son visitadas.

Su historia

En el patio central del área femenil del Cereso de Mexicali hay más de una decena de murales pintados por las mujeres reclusas, entre todos destaca el de un tigre que reposa al aire libre. “Me inspiró la fuerza que representa, es cauteloso y lo pinté porque refleja libertad”, narra María Fernanda mientras muestra la obra de arte que creó asesorada por maestros que llevan cursos a la prisión.

La tamaulipeca de 28 años recuerda entonces aquel 17 de agosto del 2011 en que llegó a la cárcel de Mexicali, ciudad ni siquiera ubicaba en un mapa. Su detención, señala, ocurrió en medio de hechos confusos y oscuros que se dieron cuando considera que se encontraba en el momento y con las personas equivocadas. “Me detienen con dos personas a bordo de un vehículo, no me aprehendieron elementos mujeres sino solo hombres que iban encapuchados, cuando me bajan del auto me tapan los ojos y me subieron a otra camioneta, me amenazaron y pegaron”.

Con los ojos cubiertos, María Fernanda narra haber sido trasladada a un domicilio y horas o días después la hacen subir a una aeronave con rumbo a la Ciudad de México y ahí en un camión fue trasladada a otro sitio con más personas y después de nueva cuenta subió a un avión para llegar a la cárcel en Mexicali.

“Me dedicaba a ser dama de compañía, no conocía a las personas con las que me detuvieron, no pregunté ni quiénes son ni en qué trabajan, cuando nos detuvieron un tipo estaba apuntándome con arma larga hacia la cara”.

La defensa judicial de la joven mujer está a cargo de un abogado de oficio y las audiencias donde se desahoga el caso se realizan a través de videoconferencias sin que hasta ahora se haya llegado a una sentencia.

María Fernanda tiene 28 años, desde hace siete está recluida en el Centro de Reinserción Social de Mexicali (Cereso) y en ella se cumplen dos aspectos que hacen más complicada una condena: Ser mujer y haber sido referida a una prisión ubicada a miles de kilómetros de su ciudad de origen.

Si algo puede agregársele a su estadía en la cárcel es que por ahora es indefinida, pues no ha recibido sentencia por los delitos de secuestro y delincuencia organizada de los que se le acusa. Actualmente, en el Cereso de Mexicali pugnan una condena alrededor de 188 mujeres, el 75% de ellas por haber cometido un delito del fuero común como homicidio, robo, delitos contra la salud o secuestro; el resto está ahí por un delito federal.

De acuerdo a los registros del Sistema Penitenciario, el 59.5% de ellas no son visitadas por sus familiares o su pareja sentimental.

María Fernanda vive esa realidad

Es madre de dos hijos y cuenta con el apoyo y respaldo aunque a distancia de sus padres que radican en el Estado de Tamaulipas, el mismo en el que ella nació, pero del que salió hace unos años para establecerse en Oaxaca. “Creo que le celebran más a un hombre que haga algo incorrecto que a una mujer, un hombre para la sociedad si se equivoca está bien, una mujer ante la sociedad no se puede equivocar, tienes que ser perfecta”.

“La cárcel no es eterna, esto también pasará y estoy confiada en Dios en que esto pronto se resolverá, no tengo temor porque sé que no hice un delito”

Desde que ingresó a prisión hace siete años, María Fernanda no ha tenido una sola visita, habla cada que es posible con sus padres vía telefónica y dice que ha logrado conformar lazos de amistad y casi de familia con sus cinco compañeras de celda, quienes tampoco son visitadas.

Su historia

En el patio central del área femenil del Cereso de Mexicali hay más de una decena de murales pintados por las mujeres reclusas, entre todos destaca el de un tigre que reposa al aire libre. “Me inspiró la fuerza que representa, es cauteloso y lo pinté porque refleja libertad”, narra María Fernanda mientras muestra la obra de arte que creó asesorada por maestros que llevan cursos a la prisión.

La tamaulipeca de 28 años recuerda entonces aquel 17 de agosto del 2011 en que llegó a la cárcel de Mexicali, ciudad ni siquiera ubicaba en un mapa. Su detención, señala, ocurrió en medio de hechos confusos y oscuros que se dieron cuando considera que se encontraba en el momento y con las personas equivocadas. “Me detienen con dos personas a bordo de un vehículo, no me aprehendieron elementos mujeres sino solo hombres que iban encapuchados, cuando me bajan del auto me tapan los ojos y me subieron a otra camioneta, me amenazaron y pegaron”.

Con los ojos cubiertos, María Fernanda narra haber sido trasladada a un domicilio y horas o días después la hacen subir a una aeronave con rumbo a la Ciudad de México y ahí en un camión fue trasladada a otro sitio con más personas y después de nueva cuenta subió a un avión para llegar a la cárcel en Mexicali.

“Me dedicaba a ser dama de compañía, no conocía a las personas con las que me detuvieron, no pregunté ni quiénes son ni en qué trabajan, cuando nos detuvieron un tipo estaba apuntándome con arma larga hacia la cara”.

La defensa judicial de la joven mujer está a cargo de un abogado de oficio y las audiencias donde se desahoga el caso se realizan a través de videoconferencias sin que hasta ahora se haya llegado a una sentencia.

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