Vigilancia al extremo

Para entrar no se permiten relojes, carteras, celulares, dinero en efectivo, ni llaves; después de un intenso cacheo y pasar por detector de metales, se puede seguir

Alejandro Domínguez

  · miércoles 24 de octubre de 2018

LA VOZ DE LA FRONTERA tuvo la oportunidad de visitar las instalaciones de El Hongo II, donde los controles de seguridad para ingresar son muy estrictos. Si bien, el penal lleva el nombre de la comunidad donde se encuentra asentado, estas instalaciones se encuentran bastante distantes del poblado y resulta un poco incómodo llegar por las malas condiciones de algunos tramos del camino. Los requisitos de ingreso, no relojes, no carteras ni celulares, nada de dinero en efectivo ni llaves, después de un intenso cacheo y pasar por detector de metales, se puede seguir el camino.

Si bien, se ha hablado de que la estancia puede considerarse como muy placentera en El Hongo II, el sufrimiento interior se delata en una pintura que se encuentra en la antesala para entrar a las instalaciones del penal. Se tratan de 3 pinturas muy bien realizadas por los internos, una de ellas, con el tema de una plácida cocina donde un chef realiza su labor, la otra es un leopardo echado en el pasto, con los ojos de un verde intenso y en la tercera vemos a Don Quijote que en su locura, se encuentra rodeado de los personajes de sus cuentos de caballeros, así como de algunos espíritus y criaturas un tanto diabólicas, la que resulta fascinante sobre todo al estar pintada solo en blanco y negro.

Falta personal en este penal, confía uno de los custodios que nos guía por el complejo más parecido a laberinto. Nos recibe la coordinadora de Áreas Técnicas, María Cristina Mariscal Velásquez, quien será nuestra guía en el tour carcelario. El penal se ve bastante tranquilo, una serie de nodos con varias puertas que conducen a los senderos de concreto, que se encuentran flanqueados por cercos de malla ciclónica de aproximadamente 3 metros de alto y por supuesto, rematados con alambre de púas. En cada nodo hay un custodio que abre el candado de solo una puerta a la vez, el proceso es tedioso y monótono, se repite cada que alguien va a pasar de un punto a otro. Éste no fue un día de visita familiar, sin embargo, en el área destinada a la convivencia, se imparten clases de arte. Hay tres privados de la libertad que se encuentran en su clase de pintura, no hablan, se encuentran concentrados en la realización de sus obras, uno más decora una fuente hecha de cartón. Son imágenes que se nos vienen a la mente, dice uno de los artistas, que aclara que nunca llevó clases de pintura y que prácticamente aprendió solo.


En un cubículo se encuentran las manualidades, llama la atención la de un búho tallado en madera, algunas figuras de cartón y otras verdaderas esculturas en miniatura, moldeadas en jabón de barra. Llama la atención una que tiene forma de cámara para televisión sobre el nombre de Discovery Channel. Es que vinieron de ese canal para realizar un especial de penales, dijo la coordinadora. Nos enfilamos al área de cocina, donde nos recibe el delicioso aroma de la comida mexicana, que contrasta con la frialdad de las paredes de concreto, el metal y la malla ciclónica.

Ese día los internos disfrutarían de menudo rojo, con su respectiva pata y arroz blanco, también sirvieron albóndigas como alternativa, claro, cada plato con su dotación de 5 tortillas de maíz para cada quien. Nos hacen entender que los reos la pasan bien aquí, no hay problemas. Sin embargo, en tiempo de invierno las cosas son diferentes, el frío es infernal en El Hongo. Un custodio agradece que ya les permitan llevar chamarras más calientes, ya que ellos trabajan 24 horas por 48 de descanso, por lo que tienen que dar sus rondines de madrugada, cuando cala más el frío.

Los presos, dicen, necesitan de al menos cinco cobijas para dormir protegidos. El penal es joven, esta sección cumplirá apenas sus primeros 8 años el 19 de noviembre. Se trata de un Cereso moderno, muy a la estadounidense, por ello se encuentra acreditado por la ACA (Asociación de Correccionales de América), y aunque no tuvimos acceso a los dormitorios, las instalaciones que se encuentran a la vista, están en muy buen estado. Ya para concluir el recorrido, estando en el último nodo, de repente, un olor nauseabundo a cañería invadió el ambiente, una desagradable despedida… Bueno, al fin y al cabo estábamos en una cárcel.