En el Centro Cívico de Mexicali es donde se toman las decisiones del futuro de la ciudad. Justamente en el bulevar Adolfo López Mateos, en el camellón que se ubica entre la calle Del Hospital, entre la agencia Nissan y Volkswagen, varios comerciantes y pedigüeños rondan por ahí. Uno de ellos es Herisser Wilguerre, un comerciante informal de frutas y franelas amarillas. Al acercarse los reporteros de esta casa editorial a platicar con el migrante originario de Haití, éste siempre demostró una sonrisa a pesar de las adversidades.
De su país de origen, comentó que migró para buscar una mejor suerte. Primero viajó a Brasil, donde trabajó un tiempo en la construcción, pero después viajó a Costa Rica, Guatemala y finalmente a México para tratar de llegar al sueño americano, el cual ya no buscará, dado que la comunidad cachanilla lo ha tratado bien. Han pasado siete años desde que dejó Haití y aunque extraña a su familia, Herisser apuntó que de manera constante se comunica con su esposa, sus cuatro hijos y hasta sus primos a través de Whatsapp durante el transcurso del día.
Señaló que les manda dinero una vez al mes, recurso que es destinado a los estudios de sus hijos. Aunque es poco lo que se gana, aseguró que es mucho más de lo que ganaría en su país de origen. Desde hace dos años reside en la capital de Baja California, tiempo en el que ha conseguido un permiso del Gobierno federal para trabajar; por la barrera del idioma se le ha dificultado comunicarse con los mexicalenses.
Gracias al internet logró aprender algunas palabras en español para poder dedicarse al comercio ambulante y comunicarse con sus clientes, los conductores que transitan alrededor del Centro Cívico. El migrante reconoció que no tiene buena memoria, lo cual lo atribuyó a que tiene 50 años, sin embargo se dijo estar abierto a aprender español. Todos los días se va caminando desde el lugar donde renta una vivienda, en la colonia Bellavista, para ofrecer las franelas y guayabas a la venta, productos que vende a 50 y 30 pesos respectivamente.