Alex, joven migrante de origen guatemalteco y su esposa Carol, también de 19 años, pero de nacionalidad hondureña, llegaron a esta ciudad hace un mes con un bebé de 8 meses en brazos, pero con muchas ilusiones de buscar un mejor futuro para su hijo.
El joven cuenta que en su tierra natal era imposible vivir por la violencia de pandillas y con los bajos salarios no les alcanzaba ni para comprar la leche, por lo que tenía que trabajar también de noche, apenas así les alcanzaba para pagar renta.
Hoy extrañan a su familia por las fechas, ya que este Año Nuevo lo disfrutan unidos con comidas que cada uno lleva, como tamales, pavo, pierna al horno y una alegre fiesta, donde también se unen los buenos amigos y vecinos esperando el Año Nuevo y luego acudir en grupo a bañarse en las piscinas como una tradición que realizan entrando el año.
En esta ocasión el sacrificio que ahora enfrenta es estar lejos de ellos, pero confía en que este viaje valga la pena, porque él solo quiere lo mejor para su familia.