Un amor entre rejas, relato del día de los enamorados

El amor como el motor que impulsa la esperanza, la fe, el anhelo y la fuerza entre los muros de un Centro de Reinserción Social

Miguel Galindo

  · miércoles 14 de febrero de 2018

Las rejas no detienen el amor de Daniela, quien aprovecha su tiempo para escribir cartas a su pareja sentimental quien la visita con regularidad. / Fotos: Jorge Galindo.

Una lágrima. Con un pequeño trozo de papel limpia sus ojos, delicadeza propia de una dama, ojos sollozantes que poco pueden hacer para evitar las lágrimas. “Solo hasta este momento lo ves, no piensas en las consecuencias”.

Daniela tiene 34 años, 42 meses cumpliendo una sentencia de 15 años en el Centro de Reinserción Social de Mexicali, se describe como esposa, madre, hija, mujer y enamorada.

Ocurrió durante la noche de Año Nuevo, solo unas horas restaban para que terminara el 2004, Daniela había sido invitada a la fiesta en la que su prima orquestó la reunión para que conociera a Fabián; una mirada, ese “click” que engancha, atrapa y seduce, sella el momento.

Solamente hicieron falta ocho meses para pensar en el matrimonio, un embarazo, un viaje, un hogar, una familia, no hicieron falta trámites civiles para que floreciera el matrimonio.

Sí pensamos en casarnos, pero nunca pasó, por mí principalmente, me daba miedo, se trata de un simple trámite, aunque antes, como los abuelos, si te casabas era para toda la vida, ahora no es así.

Una mirada, verse reflejada en los ojos de él. “Con la pura mirada dices muchas cosas”

Malas decisiones

Una mala decisión puede traer graves consecuencias a quien comete ese error, secuelas que incluso llegan a pagarse por años tras las rejas. El recuerdo lastima, ¡Tantas opciones, tantos “hubiera”!

Para Daniela las memorias se vuelven una carga; pesan. “Solo hasta este momento lo ves, no piensas en las consecuencias”, una frase que apenas puede articular, la voz se corta, baja la mirada, limpia sus lágrimas, recuerda.

“Tomas malas decisiones, comencé a alejarme de mi familia, de mi esposo, te relacionas con malas compañías, gente drogadicta que te envuelve en las adicciones”. No puede contenerse más, llueven lágrimas a través de sus ojos, se trasmina tristeza. Desea no hablar más del tema.

Amor y amistad

“He conocido gente que hubiera querido conocer afuera, verdaderas amistades, buenas compañías”

Daniela ha forjado amistades durante su estadía en el Cereso, detalla que realizan intercambios en fechas especiales, como el 14 de febrero, donde comparten canastas con productos que pueden adquirir al interior, o fabrican manualidades, tarjetas para celebrar la amistad.

No duda en afirmar que está enamorada, cada domingo puede ver a su familia, quienes la apoyan incondicionalmente, el vínculo de amor, ternura y comprensión es más fuerte, sólido e inquebrantable.

No soy nada de lo que era antes, ya entiendo cómo son las cosas, y cómo deben hacerse, el estar en esta situación me ha dejado muchas cosas buenas, ahora soy bien amiguera (ríe), nos motivamos mucho entre nosotras, aquí nos ayudan, física y mentalmente.

Cada quince días tienen el derecho a la visita marital, un área designada fuera de las barras, un espacio privado, íntimo, erótico, “no te voy a decir lo que pasa allí, aunque sí platicamos de todo, cosas de la actualidad, son dos horas y las aprovechamos”.

De la sentencia no se habla, Daniela refiere que no es lo adecuado. “ya cuando salga, entonces sí hablaremos de lo que pasó”.

Nuevamente una mirada, la misma mirada con la que hicieron click durante la noche de Año Nuevo, cada semana vuelve a verla acompañada de un “Te amo”.