Además de los trabajadores de salud, quienes diariamente enfrentan cara a cara al Covid-19, los trabajadores de tiendas esenciales, como los supermercados, también forman parte de este batallón que, para que los cachanillas no sufran del desabasto de alimentos, acuden a sus labores y toman decisiones igual de difíciles que los enfermeros, de dejar de lado a su familia con tal de no exponer a sus seres queridos a un posible contagio.
Rosa Margarita Cervantes Rubio, de 51 años, madre, abuela y trabajadora en un mercado del fraccionamiento Villa del Rey, mencionó que como muchos, ella no ha tenido la oportunidad de hacer “home office”, ya que, al ser la encargada de recibir la mercancía, su trabajo es fundamental en el establecimiento.
Todos los días, desde las 06:00 horas, armada con cubrebocas, guantes y múltiples presentaciones de gel antibacterial, inicia junto con su grupo de trabajo la recepción de artículos perecederos y no perecederos, que serán colocados bajo estricta higiene, en los estantes de la tienda.
“Cada hora hay limpieza de todas las áreas, nos dotaron de todo, hasta de un Lysol para después, cuando lleguemos a casa, nos desinfectemos; yo puse unas tablas de madera afuera de mi casa para dejar mis tenis y todo lo que traía”.
Después de una larga jornada, alrededor de las 17:00 horas, Rosa Margarita regresa a su hogar y llama a sus hijas, quienes resguardadas en sus casas solo pueden mantener comunicación con ella por este medio o de “lejitos”, cuando a través del cerco de sus domicilios tiene la oportunidad de llevarles un poco de amor por medio de uno que otro mandadito, lo que le deja añorando los tiempos en que podía abrazar a sus nietos.
“El otro día compré cosas para una de mis hijas y saliendo del trabajo se los llevé, les dije, no se acerquen, aquí se los dejo y mis nietos pequeños apurándose y poniéndose los zapatos y gritando ´mi abu, mi abu´ y yo, ´no mis niños, no se acerquen, los quiero y ya habrá tiempo para apapacharlos´, fue difícil, pero el llevarles esto es como demostrarles un poquito mi amor, ya que nos los puedo abrazar, es hacerlos sentir que estoy con ellos”.
El no convivir con su familia como lo hacía hace casi dos meses ha sido duro tanto para ella como para sus hijas, pero el amor que siente por ellas es el que la hace resistir y esperar con fe que este tiempo pase y que pronto pueda volver a estar con ellas.
“Vivo sola con mi perrita, pero mis hijas y yo nos mirábamos muy seguido; extraño el reunirnos, el jueves por ejemplo uno de mis nietos cumplió años, no pude verlo, pero la verdad los respeto tanto y me respeto tanto que prefiero no ir, tengo demasiado trato con gente que no sé qué tanto se cuidan y prefiero yo cuidarlos a ellos”.