En dos pequeñas aulas construidas a base de madera con techos descubiertos se forja la educación primaria de 48 niños residentes de “El Ranchito”, comunidad rezagada en la zona de La Presa, en Tijuana. Se trata de una de las 135 escuelas comunitarias que opera en Baja California el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), la institución que se encarga de hacer llegar la educación a donde no hay escuelas y mucho menos maestros.
La mayoría de los niños deben sortear caminos por demás complicados, bajar cerros y casi escalar calles pavimentadas hasta llegar a la escuela de “El Ranchito” en donde los salones no tienen energía eléctrica y el agua no siempre está disponible. Es la realidad que viven los 1 mil 900 niños que al habitar zonas alejadas y rezagadas en el Estado deben hacer valer casi a fuerzas su derecho a la educación.
Para iniciar el ciclo 2018-2019 los 48 alumnos de “El Ranchito” no surtieron una lista de útiles con artículos de marcas populares sino que esperaron pacientes los paquetes escolares que el Conafe les hizo llegar en cajas de cartón. Al menos para la mitad del período escolar los niños deben hacer rendir cuatro cuadernos, una lapicera de plástico, dos lápices de madera número dos, un lápiz adhesivo, un borrador, un sacapuntas metálico, una regla y cuatro separadores. Por sencillo que suene, recibir el paquete escolar es para ellos el equivalente a recibir un regalo.
“Llegué hace cuatro años a Tijuana, a esta zona, yo no sabía qué era Conafe y como tengo un niño de 6 años lo metí a la escuelita, vine a investigar y les hacía falta un maestro”.
JAZMÍN RODRÍGUEZ EDUCADORA CONAFE
TRABAJO DE TODOS
La falta de agua potable en la escuela de “El Ranchito” obliga en ocasiones a los propios padres y maestros a acarrearla en baldes para que los niños puedan utilizar los baños y los lavamanos. Jazmín Rodríguez es originaria del Estado de Guerrero y aunque concluyó la licenciatura en Economía se desempeña como educadora en Conafe, labor que cumple en un aula de madera donde atiende al mismo tiempo a 30 niños que cursan del tercero al sexto grado de primaria.
“Llegué hace cuatro años a Tijuana, a esta zona, yo no sabía qué era Conafe y como tengo un niño de 6 años lo metí a la escuelita, vine a investigar y les hacía falta un maestro”. Aunque estar a cargo de la educación de los niños de su comunidad es motivo de orgullo, la labor se vuelve complicada especialmente ante la falta de los servicios más básicos como la energía eléctrica en el aula. “Se nos complica, carecemos de muchas cosas pero tratamos de hacerlo de la mejor manera, los niños son cooperativos”.
En otra aula con las mismas condiciones Areli Rascón atiende a los niños que cursan del primero al tercer grado de primaria, en su caso para llegar a dar clase es necesario caminar un trayecto que implica subir parte de un cerro. “Es difícil pero vale la pena porque es la única opción escolar que tienen, las otras escuelas se encuentran retiradas”.