Para soportar las altas temperaturas que se manifiestan en la temporada de verano de Mexicali, Adriana visita constantemente el refugio temporal que se instala en la colonia Guajardo de esta ciudad fronteriza.
La mujer, quien prefirió que no se detallara su identidad, recuerda que fue deportada de Estados Unidos desde hace 18 años, dejando atrás a sus hijos y a su pareja.
Allá trabajaba en restaurantes para mantener a sus hijos, que son ciudadanos americanos y viven en Corpus Christi, Texas.
Ocasionalmente tiene contacto con ellos a través de Facebook, pero desde que fue deportada solo se ha contactado con ellos a través de una videollamada tres veces.
Ella nació en el Distrito Federal, cuando todavía llevaba ese nombre la Ciudad de México. Tuvo una juventud difícil debido a que su madre y su padre no tenían una relación estable.
Su papá viajaba mucho. Mientras él estaba ausente, su mamá hizo su vida con el vecino. Cuando era adolescente, señaló que vio muchas cosas que no debió haber visto. De todos sus hermanos, la pareja de su madre tenía a sus favoritos.
Cuando cumplió los 18 años, ingresó al vecino país a través de un tren carguero que llevaba a Matamoros, Tamaulipas.
Con voz baja, reconoció sentirse culpable de ciertas situaciones de su pasado, sobre todo con sus hijos, ya que desde los 11 años empezó a consumir drogas.
En Mexicali, el verano ha sido duro con ella. Durante el invierno, se refugiaba del frío en un yonke, en donde prendía leña y se cocinaba, pero el calor de Mexicali ha sido más severo con Adriana.
Cuando cierra el refugio, a las 18:00 horas, dijo que se resguarda en el Hotel del Migrante, el cual es operado por la asociación civil Ángeles sin Fronteras en la zona centro de esta ciudad, tan solo a unas cuantas cuadras de donde está la garita para cruzar a Calexico, California.