Enfrentarse en dos ocasiones a un diagnóstico de cáncer de mama, a tres agresivas cirugías y a diversas sesiones de quimio y radioterapia no intimidó nunca a Josefina Fimbres sino todo lo contrario, le dio la fuerza suficiente para apoyar a otras mujeres con el mismo problema a aceptarlo, enfrentarlo y salir victoriosas.
Así es la historia de la mujer que dedicó toda una vida a la docencia, profesión que ni siquiera abandonó cuando en 1986 se enteró que llevaba un tumor en el seno, enfermedad que en esa época era poco conocida.
Josefina preside hoy el grupo oncológico “Vida, Fe y Esperanza”, fundado hace 18 años por Socorrito Lucero, a quien los médicos le aseguraban solo 15 días de vida ante un cáncer agresivo, sin embargo su búsqueda precisamente de vida y esperanza la llevó hasta la doctora Alicia Acosta que la orientó a un exitoso tratamiento.
Fimbres se sumó a la organización cuando al visitar a una amiga que también padecía cáncer se enteró que había un grupo donde mujeres sobrevivientes alentaban a otras que apenas habían recibido el diagnóstico.
“Cuando escuchas ese diagnóstico el médico no tiene el tiempo para sentarse contigo y explicarte todo, no es una crítica, simplemente no hay tiempo, por eso nace el grupo, por esa necesidad de acompañarnos emocionalmente, espiritualmente y físicamente”.
A través del grupo oncológico y junto a otras mujeres, Josefina recibe a pacientes que se enfrentan apenas a la batalla contra el cáncer de seno, les hablan sobre la enfermedad, las ayudan a entender su nuevo modo de vida y a enfrentar los cambios físicos que la enfermedad puede traer.
“La primera vez que me enteré que tenía cáncer fue en 1986, en esa época la enfermedad no se escuchaba como hoy, no tuve un tratamiento como los de ahora pero lo superé, en 2003 regresó la enfermedad y dije ahora sí me voy a morir”.
Luego de cirugías y sesiones de tratamientos Josefina reconoce que para ella, la mejor forma de enfrentar la enfermedad es permanecer activa, aunque siempre respetando las indicaciones del médico.
“Yo no me escondí en mi casa, seguí adelante aunque claro me cuidaba pero nunca dejé de hacer lo que hacía, para mí fue la mejor terapia”.
La madre de tres hijos ayuda a diario a otras mujeres y hombres a hacer frente al cáncer en cualquiera de sus formas a través del grupo “Vida, Fe y Esperanza”.
“Llegan decaídas, confundidas y al escuchar y sobre todo vernos bien y activas a quienes ya padecimos la enfermedad es lo que las motiva’’.