Debido al alto número de contagios de Covid-19 que se han presentado recientemente en la entidad, acudir al IMSS a realizarse una prueba y que resulte positiva, resulta en un verdadero martirio, ya que el infectado puede pasar hasta 25 horas en espera, a la intemperie y incluso, poniendo en riesgo la salud de los demás.
La gran cantidad de personas con síntomas, colapsó la atención a los derechohabientes, sumadas a las instrucciones erróneas del personal, contribuyó al caos y confusión.
“Le va a hablar el doctor”, pero hay que preguntar dos o más ocasiones, no vaya a ser que el doctor nunca hable.
Los protocolos preventivos simplemente no existen, debido al gran número de personas que se congregan, rompen con la sana distancia, hombro con hombro unos con otros; los casos positivos conviven con quienes, aunque podrían no estar infectados, los pone en serio riesgo de contraer la enfermedad.
En la fila la situación no fue distinta, no hay quien vigile la sana distancia, a merced de los elementos, siendo muy incómodos permanecer parados por hasta 7 horas solo para recibir la solicitud para la prueba de Covid-19, rayando esto en lo inhumano al sumarse las molestias causadas por la enfermedad.
Quien tenía la posibilidad de llamar a sus parientes para que le enviaran una silla plegable o un bocadillo, lo hacía; los que no, simplemente soportaban o de plano, se sentaban en las banquetas.
LA PRUEBA
La doctora García, con la fama bien ganada de ser muy eficiente en su trabajo, salió a dar las instrucciones para la prueba de Covid-19.
Primero formará a los solicitantes, conforme hayan entregado su registro en la ventanilla de Laboratorio y se dirigirán al área de prueba que es donde dice “Ultrasonido”.
“Si bien, dice ultrasonido, ahí es donde hago la prueba”. Entrarán al lugar con el cubrebocas levemente abajo, solo dejando descubierta la nariz, será muy rápida, menos de 3 minutos, mucho menos.
Cuando salgan de la prueba, le avisarán de inmediato al siguiente; “no se queden comadreando”, para hacer esto más ágil.
La prueba consiste en introducir un cotonete muy largo en una de las cavidades de la nariz, lo que será sumamente molesto, promete hacerlo con mucho amor y cariñosamente y pide que no traten de manotear ni hacer movimientos bruscos, ya que solo provocarán que se lastimen.
Y en efecto, la prueba es sumamente molesta, pero muy rápida.
Cumplidas las 10 horas desde que la persona llegó a formarse, por fin están los resultados.
La misma doctora García sale con los resultados en mano y empieza a gritar sus nombres; “fulanito, negativo, se puede ir a bañar” y le entregaban su hoja; “menganito, positivo, se queda”.
La instrucción era la misma, esperar a que lo llame el doctor, lo que significaba una fría noche en vela, a merced de los elementos y sin la posibilidad de irse; salieron a relucir las cobijas, de todos los colores y diseños imaginables.
Pasadas 14 horas de haber iniciado la aventura de acudir al examen de Covid-19, por fin, toman los signos vitales, presión arterial, temperatura, oxigenación; ¿alérgico a algún medicamento?, ¿diabetes?, ¿ hipertensión? Y luego escuchar nuevamente, “lo llamará el médico”.
MÁS ESPERA
A eso de la una de la mañana el frío se vuelve insoportable, haciendo que algunos pocos opten por retirarse y unos más ingresan a la sala de espera del área de urgencias, donde ya algunos pacientes positivos habían hecho amistad y charlaban de muy buen humor, hacían bromas y hasta despedían a quien tenía la fortuna de ser atendido por el único médico disponible y apto para otorgar el tan anhelado certificado de incapacidad.
Ya en la mañana, todo fue confusión, los pacientes positivos fueron desalojados de la sala de espera del área de urgencias y esperaron afuera con todos los demás que madrugaron para aplicarse la prueba anti Covid, lo que acrecienta la confusión.
Sin embargo, ante la gran cantidad de pacientes positivos en el lugar, el coordinador de turno opta por una solución, se lleva a un gran número de ellos y los dirige a otro lugar; deja a unos pocos para atenderlos ahí mismo.
Después de poco más de 24 horas de haber hecho fila, la persona es recibida por el médico, quien otorga el medicamento, un par de cajas de Paracetamol y una de Salbutamol. ¿Y en tu trabajo se han enfermado muchos?, pregunta un empleado, porque aquí, como dicen, “están cayendo como moscas”.
Esta odisea ocurrió en la Clínica 40 del IMSS. Empezó el lunes, a las 09:13 horas y terminó el martes, a las 09:50.