Hace dos meses, Miriam tomó unas cuántas prendas de vestir de ella y sus dos hijos, las metió en maletas y cerró su casa en Churumuco, Michoacán con la intención de no volver, pues la violencia que ahí se vive es intimidante.
Es la historia de una de las mujeres que se ven obligadas a huir de México y buscar refugio en Estados Unidos aunque sin garantía de que vayan a conseguirlo.
Miriam se hacía de recursos con una tiendita de abarrotes en su casa de Michoacán, pero desde hace tiempo los grupos armados que operan en la zona impiden el paso de los camiones que surten mercancía.
Los caminos están tapados, tomé la decisión de salir por el bienestar de mis hijos porque ellos ya no querían ni asistir a la escuela por miedo.
La madre de familia llegó a Mexicali hace unas semanas y se alojó en un albergue de la ciudad donde espera llegue el momento de presentarse ante autoridades migratorias de Estados Unidos para solicitar formalmente el asilo humanitario.
En el albergue Miriam se ofrece para preparar la comida a otros migrantes que como ella han dejado su casa huyendo de violencia y falta de empleo.
Yo tenía un puestecito donde vendía ‘sabritas’, galletas y no me dejaron pasar ningún camión, mi puesto ya no tenía nada, el peso o dos pesos que me ganaba por cada cosa me servían para mantener a mis hijos.
En Estados Unidos Miriam espera reunirse con otros familiares, conseguir un empleo y darle una mejor calidad de vida a sus hijos, su principal motivación para dejar México.
“Espero que me acepten y comprendan como vengo, yo quiero un bienestar para mis hijos, que estudien y sean alguien en la vida”.
Sin planearlo, Miriam coincidió en Mexicali con otras diez mujeres michoacanas que huyen del país en el que nacieron.