Familia llega para buscar mejor vida

Salieron con la primera caravana en octubre y en febrero decidieron moverse a Puerto Vallarta, pero les pareció una ciudad cara

Milthon Minor

  · miércoles 10 de abril de 2019

Ellos alcanzaron a realizar sus trámites en Tapachula, Chiapas, por lo que cuentan con sus documentos como refugiados y su Clave Única de Registro de Población./ Jorge Galindo

Desde San Pedro Sula, Honduras, viajó una familia en octubre pasado hasta México, junto con miles de personas en la caravana migrante centroamericana; luego de meses de recorrer el país, esta semana por fin llegaron a Mexicali en busca de una oportunidad.

En el albergue Alfa y Omega, ubicado en el centro de la ciudad, su refugio, ahí Orlando González y María Hernández contaron su historia.

Ellos alcanzaron a realizar sus trámites en Tapachula, Chiapas, por lo que cuentan con sus documentos como refugiados y su Clave Única de Registro de Población. “No todos tuvieron esta oportunidad”.

Médicos Sin Fronteras es una organización de acción médico-humanitaria de asistencia para personas amenazadas por conflictos armados, epidemias y otras condiciones precarias./ Cortesía

Salieron con la primera caravana en octubre y en febrero decidieron moverse a Puerto Vallarta, “está muy bonito, pero es muy caro”, por eso decidieron venir a Mexicali.

Orlando trabajó en la construcción de una carretera en Jalisco, donde le prometieron darle su registro en el Instituto Mexicano del Seguro Social, pero no lo hicieron.

Ahora tiene la intención de trabajar aquí, aunque le han dicho que necesita la “tarjeta verde” de Migración, pero espera sea suficiente con el CURP.

Salieron de su casa por la violencia, como muchos más, para no pagar piso. No dejaron su casa, pues sólo rentaban.

Él se dedicaba a ser taxista, en la calle fue donde se dio cuenta de que la caravana se estaba formando.

En la ciudad donde yo vivo (San Pedro Sula) ahí se reunió toda la gente, ahí yo decidí venirme y le dije (a su esposa) ‘vámonos’, porque ahí no se puede vivir por la delincuencia y el desempleo.

Allá tienen que compartir lo que ganan con las pandillas porque si no lo hacen ponen en riesgo su vida, “lo amenazan”.

Dejó en Honduras a sus hijos grandes de su primer matrimonio. Se vino con su mujer, el hijo de su esposa, de 21 años y su nuera de 18 con un mes de embarazo, ahora ya tiene siete meses.