Tijuana.- Durante cinco años seguidos, Yolanda Varona acudía cada domingo al Parque de la Amistad de Playas de Tijuana a reunirse con sus compañeras del grupo de Dreamers Moms, para convivir y con ello sobrellevar la tristeza que le causa estar alejada de sus hijos que permanecen en Estados Unidos, luego de que ella fuera deportada.
El espacio ubicado en la esquina más septentrional de América Latina, era el único lugar posible para que Yolanda lograra ver a sus hijos, sentirlos y escucharlos, más allá de una videollamada.
El parque también se convirtió en el espacio sede de sus más grandes alegrías, como aquel abril de 2015 cuando se abrieron las puertas de la valla fronteriza y pudo abrazar a su nieta y hablar con su hija por tres minutos, sin una barrera de por medio.
Casi un lustro después de aquel momento de felicidad, las cosas son muy distintas para Yolanda, ya son varios meses de no asistir al Parque, la motivación que existía desapareció, de un lugar de gozo, ahora mismo es un sitio de añoranza y nostalgia, de lo que antes fue.
Cada día ese muro se convierte en algo terrible para nosotros ahora ya no se permiten las visitas como antes, ese lugar se está convirtiendo en algo de desolación; me di cuenta que irle a llorar a un muro de fierro que nos separa y al que solamente le estamos dando nuestro dolor y lágrimas, besos entre las rejas, expresó.
Desde hace 10 años que Yolanda ve a su hija con la anuencia de la Patrulla Fronteriza, esa sensación de falta de libertad, de no contar con la potestad de elegir el tiempo y espacio para estar con sus seres queridos, no la quiere vivir más.
Mi hija no quiere volver a venir a verme por el muro. Nunca la volvería a ver por ahí, ya no se siente lo mismo, estamos haciendo que los agentes queden como los buenos que nos permiten por lo menos ver a nuestros hijos, que nos permiten verlos tras las rejas para abrazarlos por dos minutos o verlos por 15 o 20. Cada día van rompiendo nuestros sueños y esperanzas, me hace sentir triste, pero al mismo tiempo me dio valor para alejarme de este muro y dejarle de llorar y dejar de hacer que los que están del otro lado siguen limitando nuestras vidas sigan teniendo poder sobre mi, manifestó.
No solo para Yolanda el Parque de la Amistad fue un espacio de alegría, convivencia y fraternidad, por 13 años continuos el activista Daniel Watman se encargó de vigilar el Jardín Binacional, en donde plantó más de 100 especies de plantas nativas de la región, a las cuales cuidó, conservó, como si fueran parte de su misma familia.
No obstante, el pasado jueves 9 de enero, el trabajo de activistas, familias y voluntarios de ambos lados de la frontera, quedó destruido por iniciativa de la Patrulla Fronteriza, la cual sin explicación alguna arrasó con las flora ahí existente.
Estuve en shock, no lo esperaba no había aviso, nada más fui a hacer mantenimiento, pero vi que quitaron bancas, letreros, caminos, querían que pareciera como si nunca hubiera existido, es una batalla constante porque la política de la frontera no incluye amistad transfronteriza, unificación de familias para mejorar el ambiente, declaró.
SE UNEN DOS CULTURAS
En agosto de 1971, la entonces primera dama de Estados Unidos, Pat Nixon inauguró el Parque de la Amistad, en donde estrechó la mano de mexicanos que se encontraban en Playas de Tijuana para ser testigos de ese día histórico. Hace más de 48 años solo existía una cerca de alambre de púas, que permitía convivir a las personas de los dos países.
“Espero no haya una cerca aquí por mucho tiempo”, decía Pat Nixon. Sin embargo, la situación se tornó muy distinta durante las siguientes décadas.
Conforme fueron transcurriendo los años, y las relaciones se volvían más tensas entre Estados Unidos y México, el Parque de la Amistad sufrió una constante transformación, que lo llevó de tener una improvisada cerca de púas, a una doble barda fronteriza, vigilada por cientos de agentes y helicópteros que constantemente merodean la zona.
El primer punto de quiebre ocurrió en 1994, cuando arrancó la operación Guardián por parte del Gobierno de Estados Unidos, lo cual implicó el reforzamiento de la seguridad fronteriza y el levantamiento de un muro de más de 23 kilómetros entre Tijuana y San Diego, que también contempló el Parque de la amistad.
Pese a dicha medida, por 15 años seguidos siguió existiendo convivencia entre familias de ambos lados de la frontera, las cuales podían abrazarse, tocarse, e incluso intercambiar regalos, sin límite de tiempo, pero bajo la mirada de personal de la Patrulla Fronteriza.
Pero en 2009, cuando una nueva medida por parte del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, representó más restricciones para la convivencia de ciudadanos de los dos países, al sellar completamente el parque, impidiendo el libre acceso y eliminando el contacto humano, apenas dejando oportunidad para el “beso meñique”.
Así transcurrieron varios años hasta febrero de 2018, cuando tras una polémica boda binacional, la Patrulla Fronteriza redujo de 25 a 10 el número de personas que podían permanecer a la vez en el Parque de la Amistad, además que solo podían permanecer por un lapso de media hora, sin posibilidad de tomar fotografías.
Actualmente ya van seis semanas continuas sin que se apruebe el acceso a una sola persona al lado americano del Parque de la Amistad. Esto provocó que incluso eventos como la Posada Sin Fronteras, tuviera que realizarse solo de lado americano.
“La Patrulla Fronteriza usa el pretexto de la seguridad nacional para buscar cómo cerrar el acceso al Parque de la Amistad. Esto es un patrón que se maneja desde años, donde la construcción del muro fronterizo representa la manifestación práctica de una expresión de rechazo al migrante. Junto con eso, se instalan cámaras, existe vigilancia constante, y más y más imponen restricciones al acceso que no tienen ningún sentido y mucho menos respaldan los argumentos para tanto control del área”, expuso Pedro Ríos, integrante de los Amigos del Parque.
UN SUEÑO IMPOSIBLE
El sueño de Pat Nixon de eliminar muros y bardas, parece muy lejano. Apenas hace unos años, activistas de Estados Unidos y México, añoraban la creación de un verdadero Parque Binacional, el cual contemplaba la eliminación de la barda fronteriza, la construcción de un muelle y un restaurante en los límites entre los dos países.
“Antes las familias iban con gusto, seguras de que podrían ver a sus seres queridos. Aunque tenían límite de 25 personas dentro del Parque de la Amistad, los agentes permitían la convivencia, pero ya no es así, ya no avisan con tiempo cuándo va a estar cerrado. Es una total falta de respeto a los orígenes de este lugar. Me gustaría ver el parque sin muros, es por lo que estamos luchando todos juntos, uniendo mentes, corazones y voluntades para materializarlo algún día”, comentó el coordinador de Ángeles de la Frontera, Hugo Castro.