Durante 46 años, Gregorio León Rodríguez, “Don Goyo”, ha radicado en el ejido Matomí ubicado a 75 kilómetros al Sur del puerto de San Felipe, un sitio con vegetación escasa, cerros secos y un calor que rebasa los 47° centígrados entre junio y agosto.
El poblado en el que radican 21 familias dedicadas a la pesca no tiene servicios básicos, a una pipa se le compran 200 litros de agua en 35 pesos, mientras la energía eléctrica llegó hace apenas 4 años y la consiguen a través de los rayos del sol.
Procedente de Ciudad Obregón, Sonora, “Don Goyo” llegó al Matomí en 1976, hasta antes del 2015 vivió sin luz al igual que el resto de las familias que ahí habitan y forman la comunidad.
“Con un cartón nos echábamos viento, nos íbamos a dormir a la orilla de la playa esperando que refrescara con la brisa”.
EL SOL, UNA FUENTE DE LUZ
Hace 5 años el Gobierno del Estado de Baja California buscaba un sitio para instalar una planta generadora de energías limpias para producir luz a través del sol y el viento.
Aunque había otras dos opciones, los pobladores convencieron a la administración de instalar el proyecto en el ejido Matomí donde utilizaban generadores de luz a base de diésel para encender focos y ventiladores.
Por cada noche, las familias gastaban hasta 20 dólares en combustible para echar a andar el generador.
Antes de que iniciara el proyecto el Gobierno del Estado lo cedió a la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) y quedó de esta manera en manos del Centro de Estudios de las Energías Renovables (Ceener), cuyo titular, Nicolás Velázquez Limón, se encargó de llevar los estudios de laboratorio al campo real, demostrando la nobleza de las energías limpias.
Con recursos de la UABC, del Estado y del Colegio Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se instaló una microred con 176 paneles solares y 164 baterías.
Natividad Ruiz es habitante del ejido y también el encargado de la planta a la que están conectadas las 21 familias que ahí residen.
“Es un proyecto de la UABC, ya había postes y un generador que funcionaba con diésel, pero solo durante 3 horas al día, era un costo muy alto para las horas que duraba”.
Con los 176 paneles se producen 50 kilowatts que permiten a las familias encender un aparato de refrigeración en el verano, mientras ´Don Goyo´ refrigera los productos que ofrece en la única tienda que tiene el poblado.
Los paneles solares producen la luz a través de los rayos del sol, ésta se va a la red central desde donde se distribuye y se almacena en las 164 baterías que permiten que haya luz durante la noche.
Para los residentes del ejido Matomí, un día nublado o de lluvia es un día sin energía.
De la mano de la UABC, la comunidad se organizó y entonces ahora llevan a cabo su propia facturación donde el pago mínimo es de 200 pesos en base al consumo de cada hogar.
Natividad no es solo quien atiende el mantenimiento de la microred, sino también se encarga de elaborar los recibos en base a un software y luego los reparte entre los usuarios para que una vez al mes pasen a hacer su pago ante un tesorero.
Lo recaudado sirve para sostener la operación de la planta.
CAPACIDAD PARA UN AEROGENERADOR
En el predio donde funciona la microred hay también capacidad para instalar un aerogenerador que podría añadir más kilowatts a la producción a través de la fuerza del viento. Las familias en el ejido Matomí suelen ir y venir en base a las temporadas de pesca, ayer había solo seis casas habitadas, todas con aire acondicionado encendido.
Para ese poblado el sol no solo es significado de calor, sino también representa la única opción de contar con un servicio básico de luz, al menos para soportar el verano.