Hace dos meses Julio César Gámez Sepúlveda recibió lo queconsidera la más grande prueba de amor de parte de su esposa LauraRueda, cuando ella -sin dudarlo ni un momento- le donó uno de susriñones regresándolo así a la vida tras padecer insuficienciarenal crónica. Hoy en todo el mundo se conmemora el Día delPaciente Trasplantado, fecha que tiene como único objetivoincentivar la cultura de la donación de órganos a fin de darle amiles de personas la oportunidad de vivir a través de este tipo deprocedimientos. Julio César y Laura llevan juntos más de ochoaños y han conformado una familia junto a sus tres hijos y a pesarde que han afrontado diversas situaciones, la más difícil llegóhace un año dos meses cuando a él le detectaron una falla renal.“Mi cuerpo se empezó a hinchar y empecé a sentirme mal, cuandome hice estudios me dijeron que estaba enfermo de los riñones;había escuchado de la enfermedad, pero no le había puestoatención, me sentí muy mal y pensé que iba a morir”. Trasescuchar a varios médicos, la pareja llegó con el doctor ÉdgarCastillo en el Hospital General de Mexicali, quien sometió a JulioCésar a un tratamiento de hemodiálisis, proceso que vivió juntoa Laura precisamente cuando esperaban a su tercer hijo. “Lahemodiálisis es desgastante, muy cansado y cuando salía de lasesión de 3 horas, tres días a la semana, estaba sin ganas denada; en mi familia nunca habían padecido esto, era totalmentenuevo para todos”. Tras un año de hemodiálisis, Julio y Lauraescucharon por primera vez la palabra trasplante y aunque labúsqueda del riñón se extendió a toda la familia, su eternacompañera de vida no dudó en iniciar de inmediato las pruebas decompatibilidad para que ella le diera el órgano que tantonecesitaba. “Me asusté mucho porque teníamos dos niños yvenía otro en camino, pensaba que algo malo le iba a pasar a miesposo y sí fue mucho dolor y mucho trabajo para los dos, queríaque él estuviera bien y nunca lo dejé solo, yo tenía seis mesesde embarazo cuando lo diagnosticaron”.
Parto y trasplante El matrimonio recibió a su tercer hijo enjulio del año pasado y en enero del 2017 comenzaron el protocolopara el trasplante que finalmente llegó en julio, acto que cambióla vida no solo de Julio César, sino también la de Laura y sushijos. “No lo dudé, salió de mí casi sin pensarlo, aunque nohabía mucho qué pensar porque no quería que mi esposo siguierasufriendo con hemodiálisis; me gusta la idea de que ahora sigue suvida normal conmigo y nuestros hijos, al principio tuve miedo, perolos doctores tenían todo calculado y claro”. Aunque en palabrasno alcanzan a expresar el profundo amor y gratitud que sienten eluno por el otro, es su mirada la que pone de manifiesto lo quesignificó el trasplante para ambos.