Doña Micaela espera respuesta

Desde hace un año cuatro meses se encuentra en plantón permanente en un espacio del ala Sur de los jardines de la Rectoría de la UABC

Gustavo García Rivas

  · jueves 12 de abril de 2018

La señora Micaela tiene varias semanas en los jardines de la UABC sin que ninguna autoridad se acerque a brindar ayuda formal. /Foto: Jorge Galindo

Como no hay respuesta a mis demandas mi permanencia aquí va para largo”, reiteró ayer doña Micaela Hernández de Rodríguez, quien desde hace un año cuatro meses se encuentra en plantón permanente en un espacio del ala Sur de los jardines de la Rectoría de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). En una manifestación silenciosa que es arropada por el clima extremo de la región, la señora dice esperar respuesta del presidente Enrique Peña Nieto y de las autoridades locales y estatales a la solicitud de solución de varios problemas que afectan a la comunidad.

“Seguiremos esperando”, expresa con seguridad y decisión. No obstante que insiste en no estar en calidad de situación de calle, sí espera que una institución social pública o privada le apoye para seguir en ese lugar que en lo personal ha convertido en símbolo de una protesta abierta por lo que pasa en el país, “pero veo que a pocos les interesa”. Su prolongada estancia en el lugar le ha dado la oportunidad de darse cuenta de quejas de personas y familias que acuden a las Clínicas 30 y 31 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) por diversas cosas, desde actitudes groseras de empleados, de que los sacan de los pasillos o deficiencias en los baños, entre otras.

Luchadora silenciosa, casi anónima, de cierta edad y con riesgos de ver afectada su salud, nadie se acerca ayudarla o preguntarle los motivos de su estancia en el lugar. “Me serviría mucho una casa de campaña para proteger mis cosas o no mojarme con la lluvia”, dijo luego de confesar que tiene problemas en la columna.

“Para subir al baño en el Seguro Social tengo que hacer esfuerzos y sí me duele” y considera que le falta atención médica, por ello es preocupación de sus familiares, hijas, hijos, hermanas que la visitan y pasan largas horas con ella en medio de una compañía silenciosa, curiosa de la gente que pasa.

Los transeúntes voltean a ver el campamento de doña Micaela, también con curiosidad, bajo la sombra de los árboles, acompañada siempre de uno o dos, a veces tres de sus perros, y alguna gente, desde empleados del IMSS, estudiantes, pasajeros de camión, miran ese cuadro sin mucho asombro.

Doña Micaela insistía ayer en la espera de aprobación de unas patentes, las explicó hace unos días desde sus dibujos y sus diferentes aspectos técnicos; la luz, el gas, el agua deben ser más baratos para un pueblo empobrecido. “Se requieren mejores salarios, nos han hecho muchas promesas, ahora entiendes por qué estoy aquí?”. Una de sus hijas escucha, comenta que “nadie hace nada, por eso estamos como estamos” se aleja tras ver la mirada de reprobación de su mamá por quitarle la palabra y persigue el tiempo queriendo explicar más y más sobre las motivaciones que la tienen a la intemperie bajo la sombra de los árboles.