Don Samuel arregla toda clase de aparatos

Su taller tiene 43 años haciendo reparaciones de extraños aparatos candidatos al acta de defunción.

Gustavo García Rivas

  · miércoles 20 de junio de 2018

Samuel Gazca Corona, captado en plena labor en su taller. / Foto: Rafael Pérez

Similar a como culmina uno de sus sonetos el poeta Pedro B Palacios “Alma Fuerte” de que “todos los enfermos tienen cura cinco segundos antes de la muerte”, para don Samuel Gazca Corona la totalidad de los aparatos técnicos, electrónicos, de oficina, de cocina, industriales, tienen arreglo y así lo ha comprobado a lo largo de los años.

Don Samuel es un ingeniero mecánico eléctrico egresado de la UABC, que en el taller de don Maximino Gómez aprendió a reparar equipo de oficina cuando tenía 13 años, hasta que posteriormente cursó la Universidad y trabajó en otro hasta que instaló hace 43 años Calculadoras de Mexicali por la avenida Obregón.

Pero nomás es el nombre, porque como los más avezados birrieros que la preparan de cualquier animal que camine, vuele o se arrastre, para él en materia de arreglar artefactos nada le es imposible, “es cuestión de tener conocimientos de electricidad, mecánica y otros, y te digan cómo prende y funciona y te das una idea”.

Así es como a lo largo de estas cuatro décadas ha reparado desde licuadoras, televisores, calentadores raros de agua que se ponen en los tubos de las regaderas, máquinas de escribir, compresoras, abanicos y todo lo que se les ocurra, “el problema se puede resolver fabricando la pieza que falte o al tener un aparato igual que sirva de repuesto”.



Explicó que en el caso de los televisores las reparaciones, por ejemplo, de las pantallas planas requieren de un proceso diferente porque ahora se les tiene que cambiar todo un módulo y a veces sale caro, “un problema que tenemos es que la gente no quiere pagar por la revisión de los aparatos, les dices el problema y ellos compran la pieza”.

Así entre mesas llenas de aparatos diversos, cuenta que el edificio del taller lo compró en los ochenta por 5 millones de pesos, antes de la eliminación de los tres ceros y llegó a tener hasta 7 trabajadores, pero tuvo que reducirse con la aparición de las nuevas tecnologías en que muchos aparatos mejor son sustituidos por nuevos.

Su taller al parecer en Mexicali es el único que queda en donde cualquier aparato puede hacerse funcionar, desde una trituradora de papel que le mandaron de los Juzgados Federales y ha sido el de mayor grado de dificultad para arreglarlo por la falta de “una parte” que se tuvo que mandar hacer.

“Me tardé como 15 días para tenerlo listo”, en tanto precisó que el cobro del servicio no puede pasar del 50% del valor del aparato y por ejemplo si uno cuesta 20 ó 30 mil pesos lo más que puedes cobrar 10 ó 15 mil y depende del tipo de falla que se haya arreglado.



CHAMAQUEADO

Una situación desfavorable que contó como anécdota es cuando inocentemente unos artículos que vendió a cliente desconocido pero buen publirrelacionista que le pagó 8 mil pesos con un “cheque de hule” que no pudo cobrar porque era de un Banco de Monterrey y una cuenta que no existía, “me chamaquearon”.

“El tipo llegó en un auto con ayudantes y hasta se puso a vacilar, les mandaba por documentos al carro, hicimos el trato y se fue, pero ya había hecho varias, pues lo mismo les pasó a otros talleres en donde se llevó cosas gratis con cheques botadores y jamás volvimos a saber de él”.

Ésa es la historia de don Samuel, un mexicalense que se crió en la colonia Nueva y estudió en escuelas del rumbo y sigue ahí de pie, arreglando, no el mundo, pero sí aparatos cuyos propietarios piensan que son candidatos al acta de defunción y los tiran de no enterarse de que tienen arreglo segundos antes de convertirlos en desechos.