El trastorno de la depresión no es exclusivo de la población adulta, sino que también aqueja a los niños bajacalifornianos.
Cada año el Instituto de Psiquiatría del Estado (IPEBC) atiende en consulta externa a 34 mil niños a quienes les aquejan dos principales padecimientos mentales, en primer lugar el Trastorno de Déficit de Atención de Hiperactividad y en segundo la depresión.
Salvador Rico Hernández, director del IPEBC, considera grave el hecho de que en los niños ya sea más frecuente la depresión que los trastornos de aprendizaje o discapacidad intelectual.
“Estamos hablando de un 20% de los atendidos con este diagnóstico, tenemos que enfocarnos”.
La depresión es un trastorno mental que se caracteriza por la tristeza profunda y por la pérdida de interés en las actividades cotidianas de una persona.
FACTORES DIVERSOS
Rico Hernández explicó que en un paciente depresivo intervienen varios factores, primero uno biológico que tiene que ver con una disfunción a nivel cerebral donde disminuyen los neurotransmisores como la serotonina y dopamina.
Entra en juego también la herencia biológica y los factores sociales que van desde cuestiones económicas, salud y familiares; este último círculo es el más referido en niños diagnosticados con depresión.
En el caso de los niños recomendó a los padres estar atentos sobre su comportamiento ya que el aislamiento o desinterés por actividades que antes hacía pueden ser signos tempranos de depresión.
En el hospital del IPBC cada año se hospitalizan 720 personas, el 20% de ellas después de haber intentado acabar con su vida.
De acuerdo con el especialista, el mayor riesgo de la depresión es el suicidio, condición grave pero que aún representa un tabú para las familias y las propias instituciones.
“La gente ve el suicidio como una solución a un problema transitorio; se estima que por cada suicidio que se consuma por lo menos hay cuatro o cinco personas que lo están intentando”.
En base a la estadística que registra el Instituto, las mujeres son las que más intentan suicidarse, pero son los hombres quienes más lo logran, pues ellos utilizan medios más letales como el ahorcamiento o armas de fuego, mientras ellas recurren a cortarse las venas o tomar pastillas, métodos que dan margen a la intervención de los servicios médicos.