A pesar de los casi 50° centígrados que marca el termómetro y de los 78 años que lleva a cuestas, don Marcos Castro no detiene su marcha para llevar hasta donde le sea posible la venta de sus bolis, una bebida congelada que hace posible mitigar el calor aunque sea por unos minutos.
Apoyado en la carreta en la que carga sus tres hieleras, todas las mañanas don Marcos sale de la pequeña casa que habita dentro de una iglesia evangélica en la colonia Bellavista para recorrer las calles cercanas con la meta de vender todo el producto que lleva.
“Se venden pocos, a veces las dos bolsas, pero ya saliendo para comer con eso la hicimos”.Nació en Michoacán, pero la falta de empleo lo obligó a salir y la búsqueda por una vida mejor lo trajo hace más de 50 años a Mexicali, ciudad que lo adoptó con todo y sus casi 50° centígrados.
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Su recorrido inicia en una plaza comercial, luego a paso lento cruza una de las vialidades más transitadas y empieza la venta a lo largo de la calle Sur vendiendo cada boli en 6 pesos.
En su carreta de aluminio lleva las dos hieleras en la que guarda sus productos y en una tercera un termo de agua que le permite hidratarse durante la jornada en la que él mismo se emplea para mantenerse.
“Al calor ya estoy acostumbrado”.
Sin más familia que sus hermanos de la congregación cristiana a la que acude y en la que además le prestan un espacio para vivir, don Marcos se dice orgullosamente un hombre responsable y dedicado al trabajo además de presumir que hace apenas unos meses aprendió a leer y escribir.