“Mi abuelo fue muy bien recibido aquí en Mexicali, él aquí se sintió como en su casa, él disfrutaba y caminaba libremente por la ciudad y fue, yo creo, en el Estado donde vivió más tranquilo”. (Foto 1).
Esas son las palabras de Rosa Chen al recordar la vida de su abuelo, Juan Chen Juy, quien llegó a Mexicali en la década de los cuarenta. La descendencia de su abuelo, ya cuenta con la tercera generación, en donde la mitad de sus integrantes se trata de chinos y mexicanos.
Rosy, como prefiere que le llamen, relató a su abuelo le tocó vivir una fuerte persecución que realizaba el Gobierno mexicano para regresar a la comunidad china a su país de origen.
“Mexicali recibe a gente de todos los Estados de la República y ha sido un Estado generoso donde han prosperado familias, aun cuando llegaron sin nada”.
Historias de amor
Juan llegó a México en barco, a Salina Cruz, Oaxaca. Llegó a conocer el Distrito Federal, Guadalajara, Sinaloa y Sonora, pero esto fue causado por la política racista y no por andar de turista, puntualizó, ya que las circunstancias lo obligaron a buscar el sustento.
Fue en Sinaloa donde conoció a Ernestina, la abuela de Rosy, con quien formó su familia. Rosy explicó que los hijos de ellos tuvieron que nacer en distintos Estados, ya que tenían que esconderse del Gobierno.
“Era algo político, los regresaban hacia China, los llevaban a cierto lugar, llenaban los barcos e iban de regreso a China”.
De niña, a Rosy su familia le contaba que los escondían donde terminaba la parcela en Sinaloa, en donde su padre hizo una cueva con ramas y se estaba un día o dos sin salir, hasta que terminaban las revisiones que hacía el Gobierno.
De ahí era la familia de su abuela materna, quienes vivían de la cosecha de maíz y garbanzo, alrededor de los treinta. Es decir, Juan empezó como trabajador de la familia Robles Acosta y terminó casándose solo por la vía religiosa con la hija de los Robles, Ernestina.
Cuando empezaron a tener hijos, (Foto 2) ellos también debían esconderse, ya que donde había niños mestizos chinos, obviamente estaban los padres.
“Para ellos era como un juego ‘no hagan ruido, escóndanse, que no ten encuentren, no hablen, no se muevan’, porque si nos descubrían, era una familia que iba a quedar rota”.
“Gracias a Dios, pues mi abuelo y su familia corrió con suerte de no ser regresado a China”.
“Ilegales”
Los abuelos de Rosy nunca se casaron por la vía civil, porque en aquella época no se aceptaban matrimonios legales entre parejas de diferentes razas.
“Ellos no se pudieron casar por el civil, tuvieron la bendición nomás por sus padres, pero no hubo matrimonio porque estaba prohibido en ciertos años, en ciertos lugares”.
Llegan a Mexicali
El abuelo finalmente llegó a Mexicali en los cuarenta mediante el tren, ya que en Sinaloa supo que en esta ciudad había mucho trabajo por la pisca del algodón. Tremenda fue la sorpresa del abuelo, dijo Rosy, cuando se dio cuenta que aquí estaba la comunidad más grande originaria de Cantón, donde él había nacido.
“Se reencontró con amigos, compañeros de escuela y con su hermano”.
Después de salir de Cantón, Rosy rememoró que inicialmente el plan del abuelo era ir a San Francisco, pero solo alcanzó a llegar a Oaxaca.
Al establecerse en Mexicali, él se percató que aquí la comunidad china ya no solo trabajaba en el campo, sino que estaban generando sus propios comercios en la ciudad. En esa época se estaba construyendo el barrio chino en Mexicali, en la zona de la Chinesca.
El abuelo de Rosy tuvo fue una tienda de abarrotes en donde los mexicalenses abastecían sus alacenas. Iban “al pueblo”, decían.
La señora Ernestina también dio su propio toque al negocio, aprovechó que dominaba el arte de crear queso fresco artesanal, mientras el abuelo sembraba hortalizas.
“En aquel tiempo no había tanta latería ni comida empacada, se comían verduras y frutas frescas de la región”.
(CONTINUARÁ)