Con una tradición de casi cuatro décadas la “Cenaduría Gris” se ha convertido en un referente de sabor familiar en el barrio de la estación de ferrocarril y la fundó doña Laura Victoria Soto a principios de la década de los ochenta con la finalidad de obtener algunos “centavos” más para el sustento.
Ubicada casi al final de la calle G en un domicilio común donde la señora vendía raspados y aguas frescas a transeúntes y vecinos o viajeros del tren que pasaban por ahí, con el paso del tiempo se convirtió en un negocio familiar que gracias a la pujanza del yerno Juan Pérez González en los últimos años tuvo un repunte importante. Lo del nombre de Gris fue solo una ocurrencia que le da mayor connotación porque las paredes no relumbran, ni podrían, con ese color, un amarillo claro que refleja con firmeza el sol de Mexicali que ha cobijado de enorme cariño y apertura a las gentes que llegan de otros lados del país.
En ese largo trajinar por el negocio de la venta de antojitos mexicanos no ha sido fácil como no lo es ningún negocio al que se le tiene que dedicar esfuerzo, constancia y sabor, sobre todo, por las obligaciones oficiales que deben cumplir, con el IMSS, con Hacienda, con el Estado, con el Municipio, con los Bomberos.
Los pagos de luz y agua que casi gastan lo mismo cuando de negocios se trata porque no hay tarifas ni perdones especiales o la pagas o te la cortan, así, sin albur y de inmediato “para trabajar sin sobresaltos debes cumplir con el Gobierno que no te perdona nada…”. Pérez González, quien durante años fue notificador en el IMSS y ahora es administrador del negocio, conoce de los apuros de muchos comerciantes que por diferentes causas no cumplen con sus obligaciones fiscales y arancelarias y en el caso de la “Gris” aseguró que nunca ha tenido problemas desde que funciona.