Está por cumplirse una década desde que, por voluntad propia, Claudia Pons y Laura Flores decidieron dedicar su tiempo en proporcionar una cálida bienvenida a los mexicanos que vuelven al país luego de ser deportados de Estados Unidos. Con la ayuda de otros mexicalenses, ambas arman cada mes 500 bolsas con un kit básico de higiene personal con un cepillo, pasta dental, jabón corporal, limpiadores de oídos y papel de baño.
Para muchos son quizá artículos sencillos, pero para quienes han caminado durante días en el desierto o para los que han pasado semanas en los centros de detención de la Patrulla Fronteriza se trata de cosas que incluso dignifican a las personas que viven un momento trágico. “Es una labor interminable, porque todos los días llegan entre una o dos camionetas o camiones; justo ayer llegaron 94 personas deportadas”. Inicialmente Claudia y Laura elaboraban alimento para entregarlo a los connacionales, pero la autoridad migratoria mexicana ya les daba un refrigerio, por lo que buscaron atender otra de sus necesidades.
Además de unirlas una gran amistad, las dos mexicalenses tienen en común un sentido altruista especialmente para trabajar por quienes regresan a su país sin nada en las manos. “Se sienten contentos y hasta sorprendidos, los recibimos con todo el amor del mundo y a veces ni siquiera saben a qué ciudad llegaron”.