Una experiencia personal que genere empatía en la comunidad y muestre que, a pesar de vivir en un ambiente frío, la imaginación, la creatividad y el amor, puede ampliar los horizontes y dar esperanza de algo mejor, es la premisa de “Los Lobos”, la segunda entrega fílmica del director jalisciense Samuel Kishi.
El cineasta, que cursó su educación profesional en cine en Guadalajara, Jalisco, donde radica, comentó que, para él, el cine es un lenguaje que, por lo menos a él, le facilita entender muchas cosas, de la vida, de su entorno y ser empático, algo que busca incansablemente con la generación de su material cinematográfico.
“Somos MariPepa”, su ópera prima, lo llevó a ser reconocido en festivales internacionales como el Festival de Cine de Berlín, los que, aunados a sus cinco cortometrajes realizados, le han ayudado a mostrar su esencia como director, que es buscar generar sensaciones, experiencias y empatía para con ellos entender mejor el contexto donde se desarrolla.
“El cine es una máquina de empatía y de memoria y yo con mi cine quiero crear eso, un cine empático, que cree puentes con las y los espectadores; para mí, el cine es un lenguaje que ayuda a entender mi condición como ser humano”.
“Los Lobos”, segunda película como director y que realizó en coproducción de Animal de Luz, Alebrije y Cebolla Films, fue estrenada a finales del 2019 en el Festival de Cine de Korea del Sur, de donde se ha catapultado y convertido en una cinta muy galardonada, obteniendo 29 premios nacionales e internacionales, entre los que destacan los reconocimientos del Festival de Cine de La Habana y en el Festival de Cine de Berlín, donde tuvo dos premios importantes, el Premio del Jurado y el Premio de Cine por la Paz.
Esta película cuenta la historia de “Max” y “Leo”, de 8 y 5 años, llevados de México a Albuquerque (EU) por “Lucía”, su madre, en busca de una mejor vida.
Mientras esperan que su mamá regrese del trabajo, los niños exploran a través de la ventana de su departamento el inseguro barrio habitado por latinos y asiáticos; escuchan los cuentos, reglas y lecciones de inglés que ella les deja en una vieja grabadora de cassette, construyen un universo imaginario con sus dibujos y anhelan que su mamá cumpla la promesa de ir a Disneylandia.