/ domingo 15 de septiembre de 2024

En el alma de Garibaldi: mariachis comparten lo que significa para ellos preservar la tradición

Los mariachis son el corazón del epicentro de la música mexicana en la capital de país; artistas comparten sus recuerdos y lo que significa para ellos preservar la tradición

Experiencias de toda una vida dedicada al arte del mariachi se encuentran en los recuerdos de los músicos que desde hace décadas engalanan la Plaza de Garibaldi.

Previo al festejo del Grito de Independencia de México, banderas tricolores acompañan a las estatuas del compositor Martín Urieta, así como de las grandes figuras vernáculas Lola Beltrán, Pedro Infante, José Alfredo Jiménez y Javier Solís. Entre el verde, blanco y rojo que nos distingue, los mariachis esperan algún cliente que les pida una canción.

MARGARITO, ACOMPAÑANTE DE LOS GRANDES

Con 80 años de edad, la mayoría de ellos dedicados a la vida de mariachi, Margarito Bernardo Zaragoza permanece sentado en uno de los rincones de la plaza capitalina, el lugar por excelencia que desde hace años ha recibido a cientos de músicos del género más tradicional de México.

Vestido con su traje en color negro y con violín en mano, Margarito recuerda su paso en el Mariachi México 70, donde con su instrumento acompañó con orgullo a cantantes como el mismísimo José Alfredo Jiménez, Lucha Villa, Los Caporales y a Cornelio Reyna.

Cuenta que la profesión de mariachi le llegó por herencia familiar, pues su papá que también era mariachi, y le inculcó el folclor de las notas que aprendió desde su infancia en Chapala, Jalisco, su lugar de origen.

“Mi papá era mariachi, me metió en una banda a los siete años. Ahí conocí a unos amigos que tocaban trompeta y me animé. Yo también quería tocar trompeta, pero pienso que mi papá habló con el maestro, porque quería que tocara violín, yo decía que no, él que sí… y pues hay que obedecer”, dice entre risas el veterano músico, en entrevista con El Sol de México.

Acompañante de grandes artistas, Margarito ha pasado casi toda su vida en Garibaldi.

“En Guadalajara, entré muy chico a Los Caporales”, narra. “Silvestre Vargas, un amigo, me dijo que estaba mejor en México, ganaba uno más dinero y me vine siguiéndolo”, agrega el violinista.

“En ese tiempo aquí había gallos, cerveza y giras. A él lo jaló mucho Miguel Aceves Mejía, yo no anduve con él, pero cuando faltaba alguien, me llamaba para las giras. Así anduve con varios mariachis aquí”, recuerda.

EL MARIACHI CAMBIÓ, LA PLAZA TAMBIÉN

¿Qué es lo más difícil de ser mariachi? Margarito lo tiene claro: la complejidad de tener que saber “tocar de todo”, dice, aunque asegura que actualmente el repertorio es más limitado, pues la gente ya no pide las mismas canciones que antes. “Todas son muy bonitas para mí, nomás que ahorita ya han cambiado más las canciones”, afirma. Un pensamiento de evolución que también tiene sobre la Plaza de Garibaldi.

“Ha cambiado mucho, es muy diferente. Ha perdido. Aquí tengo casi toda mi vida y lo que me ha dicho mucha gente que viene de otros países es ‘esto le ha quitado mucha vista a Garibaldi’”, dice señalando el Museo del Tequila y el Mezcal.

“No es por nada, pero yo que ya estoy grande, a mí casi no me jalan jóvenes. Trabajo en Tenayuca y aquí vengo a comadrear, si sale una cancioncita ¡qué bueno! Y si no pues ya… Ya no es como antes, antes qué esperanza de que estuviera uno aquí sentado, a cada rato nos llevaban”, asegura.

REPRESENTANTE DEL GREMIO

Por su parte, Jesús Chucho López, Secretario General del Sindicato Nacional de Mariachis, Tradiciones y Afines, recuerda la plaza en el pasado, durante los años 60 y 70.

“Empecé a los 12 años aquí en la Plaza Garibaldi, o sea, me tocó la etapa más bonita. En el momento cuando llegué había varios grupos buenísimos, por ejemplo el mariachi Perla de Occidente del maestro Marcelino Ortega, que fue uno de los mejores mariachis que acompañaron a Javier Solís”, comenta Jesús López.

“En esa época todos los mariachis que trabajábamos aquí en Garibaldi, tocábamos bien, porque había una competencia leal de amigos y entre todos queríamos ser los mejores elementos. Hicimos una etapa que ya no se va a volver a vivir. Ahora hay bastantes mariachis, pero no con esa esencia y con ese gusto que teníamos en aquella época”, añade el Secretario, también parte del Mariachi México 70, del cual su hermano Pepe López fue líder.

“Como Secretario General y como líder me interesa que hagan festivales de mariachis en todos lados, que se difunda la música del mariachi y que se difundan los grupos que actualmente ya todos son grandes músicos”, agrega.

LA ALEGRÍA DE SEPTIEMBRE

A pesar de ese fenómeno de cambio, Garibaldi sigue manteniéndose como el epicentro del Mariachi, así lo asegura Juan Delgadillo Curiel, otro mariachi dedicado al guitarrón y la vihuela, de 75 años, quien llegó a México para trabajar como mariachi a inicios de los años 70.

“En esa época la plaza estaba muy bonita, tenía otro modelo, con una fuente y unas bancas tipo jardín”, comenta, una característica que cree que aún conserva la plaza. “Está bonita también, le han hecho remodelaciones. Lo que me gusta es que está muy grande, aquí cabemos todos”, mencionó.

Al igual que Margarito, Juan aprendió la disciplina de su familia. “Ya lo llevamos de herencia, mi papá tocaba violín en provincia, nada más que tenía hermanos aquí en México y me daba cuenta de que aquí había trabajo. Llegué directamente a trabajar”.

En más de 50 años como mariachi, Juan Delgadillo ha encontrado en el mariachi al margen del valor cultural, un medio de sustento, que al mismo tiempo requiere una destreza musical.

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“Aquí cada quien escoge su turno, al principio me desvelaba, de ocho a tres o cuatro de la mañana, eso duró tres años nada más, a esta fecha ya es turno de cuatro de la tarde a nueve o 10 de la noche, solamente los sábados hasta la medianoche o una de la mañana”, explica.

En septiembre, el sentimiento en la plaza es diferente, festivo, asegura Juan Delgadillo. “Se espera con mucho gusto porque aparte de que nos trae beneficio económico nos trae alegría también, porque si ves que la gente anda contenta te contagia, es un contagio positivo, te transmite buena vibra y te anima. Se siente bien con el buen trato que nos da la gente, quieren mucho al mariachi”, finaliza orgulloso el mariachi.

Experiencias de toda una vida dedicada al arte del mariachi se encuentran en los recuerdos de los músicos que desde hace décadas engalanan la Plaza de Garibaldi.

Previo al festejo del Grito de Independencia de México, banderas tricolores acompañan a las estatuas del compositor Martín Urieta, así como de las grandes figuras vernáculas Lola Beltrán, Pedro Infante, José Alfredo Jiménez y Javier Solís. Entre el verde, blanco y rojo que nos distingue, los mariachis esperan algún cliente que les pida una canción.

MARGARITO, ACOMPAÑANTE DE LOS GRANDES

Con 80 años de edad, la mayoría de ellos dedicados a la vida de mariachi, Margarito Bernardo Zaragoza permanece sentado en uno de los rincones de la plaza capitalina, el lugar por excelencia que desde hace años ha recibido a cientos de músicos del género más tradicional de México.

Vestido con su traje en color negro y con violín en mano, Margarito recuerda su paso en el Mariachi México 70, donde con su instrumento acompañó con orgullo a cantantes como el mismísimo José Alfredo Jiménez, Lucha Villa, Los Caporales y a Cornelio Reyna.

Cuenta que la profesión de mariachi le llegó por herencia familiar, pues su papá que también era mariachi, y le inculcó el folclor de las notas que aprendió desde su infancia en Chapala, Jalisco, su lugar de origen.

“Mi papá era mariachi, me metió en una banda a los siete años. Ahí conocí a unos amigos que tocaban trompeta y me animé. Yo también quería tocar trompeta, pero pienso que mi papá habló con el maestro, porque quería que tocara violín, yo decía que no, él que sí… y pues hay que obedecer”, dice entre risas el veterano músico, en entrevista con El Sol de México.

Acompañante de grandes artistas, Margarito ha pasado casi toda su vida en Garibaldi.

“En Guadalajara, entré muy chico a Los Caporales”, narra. “Silvestre Vargas, un amigo, me dijo que estaba mejor en México, ganaba uno más dinero y me vine siguiéndolo”, agrega el violinista.

“En ese tiempo aquí había gallos, cerveza y giras. A él lo jaló mucho Miguel Aceves Mejía, yo no anduve con él, pero cuando faltaba alguien, me llamaba para las giras. Así anduve con varios mariachis aquí”, recuerda.

EL MARIACHI CAMBIÓ, LA PLAZA TAMBIÉN

¿Qué es lo más difícil de ser mariachi? Margarito lo tiene claro: la complejidad de tener que saber “tocar de todo”, dice, aunque asegura que actualmente el repertorio es más limitado, pues la gente ya no pide las mismas canciones que antes. “Todas son muy bonitas para mí, nomás que ahorita ya han cambiado más las canciones”, afirma. Un pensamiento de evolución que también tiene sobre la Plaza de Garibaldi.

“Ha cambiado mucho, es muy diferente. Ha perdido. Aquí tengo casi toda mi vida y lo que me ha dicho mucha gente que viene de otros países es ‘esto le ha quitado mucha vista a Garibaldi’”, dice señalando el Museo del Tequila y el Mezcal.

“No es por nada, pero yo que ya estoy grande, a mí casi no me jalan jóvenes. Trabajo en Tenayuca y aquí vengo a comadrear, si sale una cancioncita ¡qué bueno! Y si no pues ya… Ya no es como antes, antes qué esperanza de que estuviera uno aquí sentado, a cada rato nos llevaban”, asegura.

REPRESENTANTE DEL GREMIO

Por su parte, Jesús Chucho López, Secretario General del Sindicato Nacional de Mariachis, Tradiciones y Afines, recuerda la plaza en el pasado, durante los años 60 y 70.

“Empecé a los 12 años aquí en la Plaza Garibaldi, o sea, me tocó la etapa más bonita. En el momento cuando llegué había varios grupos buenísimos, por ejemplo el mariachi Perla de Occidente del maestro Marcelino Ortega, que fue uno de los mejores mariachis que acompañaron a Javier Solís”, comenta Jesús López.

“En esa época todos los mariachis que trabajábamos aquí en Garibaldi, tocábamos bien, porque había una competencia leal de amigos y entre todos queríamos ser los mejores elementos. Hicimos una etapa que ya no se va a volver a vivir. Ahora hay bastantes mariachis, pero no con esa esencia y con ese gusto que teníamos en aquella época”, añade el Secretario, también parte del Mariachi México 70, del cual su hermano Pepe López fue líder.

“Como Secretario General y como líder me interesa que hagan festivales de mariachis en todos lados, que se difunda la música del mariachi y que se difundan los grupos que actualmente ya todos son grandes músicos”, agrega.

LA ALEGRÍA DE SEPTIEMBRE

A pesar de ese fenómeno de cambio, Garibaldi sigue manteniéndose como el epicentro del Mariachi, así lo asegura Juan Delgadillo Curiel, otro mariachi dedicado al guitarrón y la vihuela, de 75 años, quien llegó a México para trabajar como mariachi a inicios de los años 70.

“En esa época la plaza estaba muy bonita, tenía otro modelo, con una fuente y unas bancas tipo jardín”, comenta, una característica que cree que aún conserva la plaza. “Está bonita también, le han hecho remodelaciones. Lo que me gusta es que está muy grande, aquí cabemos todos”, mencionó.

Al igual que Margarito, Juan aprendió la disciplina de su familia. “Ya lo llevamos de herencia, mi papá tocaba violín en provincia, nada más que tenía hermanos aquí en México y me daba cuenta de que aquí había trabajo. Llegué directamente a trabajar”.

En más de 50 años como mariachi, Juan Delgadillo ha encontrado en el mariachi al margen del valor cultural, un medio de sustento, que al mismo tiempo requiere una destreza musical.

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“Aquí cada quien escoge su turno, al principio me desvelaba, de ocho a tres o cuatro de la mañana, eso duró tres años nada más, a esta fecha ya es turno de cuatro de la tarde a nueve o 10 de la noche, solamente los sábados hasta la medianoche o una de la mañana”, explica.

En septiembre, el sentimiento en la plaza es diferente, festivo, asegura Juan Delgadillo. “Se espera con mucho gusto porque aparte de que nos trae beneficio económico nos trae alegría también, porque si ves que la gente anda contenta te contagia, es un contagio positivo, te transmite buena vibra y te anima. Se siente bien con el buen trato que nos da la gente, quieren mucho al mariachi”, finaliza orgulloso el mariachi.

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