En estas épocas navideñas es muy común encontrarnos con la figura de los duendes, estos pequeños ayudantes de Santa, que están ahí para elaborar y envolver los regalos.
Podemos encontrar esta figuras en todo tipo de objetos, disfraces, decoración e incluso juguetes, una en particular es el duende que vigila a los niños, este es el encargo de contarle al gran Santa Claus, si fueron buenos o malos…
LEYENDA
En cuanto el frío se deja sentir, las familias apasionadas por las celebraciones decembrinas comienzan a adornar su casa, guirnaldas, esferas, focos, el árbol de Navidad, una explosion navideña se hace ver por cada rincón de su hogar.
Laura, una madre que busca adornar la cocina, el baño y su parte favorita, la habitación de su hijo, Mateo, un niño de siete años que cree en la magia de la Navidad, tenía la idea perfecta.
Este año, vio en una tienda de cosas antiguas, un elfo vigilante, un juguete que debía cambiar de lugar todas las noches para que el niño pensara que estaba vivo y que en realidad lo vigilaba para saber si se había portado bien ese año.
Con el paso de los días cayó al suelo y terminó debajo de la cama, olvidado. El problema era que nadie le había advertido a la madre de aquella figura…no se podían olvidar de un elfo, pues estas figuras eran bastante rencorosas… y vengativas.
La víspera de Navidad llegó. Mateo se fue a dormir temprano.
-¿Crees que este año pueda ver a Santa?- preguntó el niño ilusionado.
-Santa no visita a los niños que no duermen -contestó su madre, mientras cerraba la puerta del cuarto, dejándolo casi en penumbra. La luz de noche se encontraba a un lado de la cama del niño.
Ansioso por la espera de regalos, Mateo cerró fuertemente los ojos y antes de quedarse dormido, un extraño ruido se produjo debajo de su cama… una risa, una siniestra risa.
-Mateo…-se pudo escuchar un susurro- te olvidaste de mí, Mateo.
Por un momento el pensamiento de que aquella voz era Santa, cruzó la mente del chiquillo. Cuidadosamente abrió los ojos, encontrándose con la sombra de una figurilla, de piernas y brazos largos y en su cabeza se distinguía una gorro picudo. La sombra comenzó a hacerse pequeña, mostrando aquel elfo de juguete que había comprado su madre, de píe… vivo.
El elfo corrió hacia la cama del niño, quien gritó tan fuerte como pudo, cuando su madre entró al cuarto, asustada, vio a su hijo con el rostro arañado y con pequeñas mordeduras, en el suelo, a sus pies la figura inerte del elfo los observaba, sonriendo.