La responsabilidad afectiva tiene que ver con una plena conciencia de las decisiones que tomamos en relación con otros y su posible afectación, de manera positiva o negativa en ellos, es la capacidad de comunicar tanto las necesidades y deseos propios como de escuchar los de las otras personas hacen parte de ser responsables afectivamente.
Entre los ejemplos de una persona que no tiene esta capacidad (o que decide no ejercerla) es aquella que incumple los acuerdos previos, que sobrepasa los límites antes hablados cuando este dijo que ya no los iba a pasar, el más común es cuando acostumbra a “Ghostear” , es decir, ignorar tus mensajes como manera de auto castigarte por algo que hiciste y que no le pareció. Uno de los rasgos más difíciles de reconocer es el “Gaslighting” , una forma de manipulación en la que el individuo te hace dudar de tu realidad.
Prácticas responsables afectivamente
Comunicar clara y honestamente: Como dice el dicho “A quien no habla, Dios no lo escucha” , si uno no habla de aquello que le molesta, incomoda o que le gustaría que fuera diferente, nunca cambiará.
Responsabilizarnos de nuestros actos: Por muy obvio que parezca, en ocasiones no distinguimos lo mucho que nuestras acciones pueden afectar a otros.
Trazar límites: Si desde un inicio se plantea aquellos temas, o situaciones que uno no esta dispuesto a tolerar, la relación será más sana y llevadera, de lo contrario, al no poner límites, se dará pie a que incomoden a tu persona.
Cuidado Mútuo: Así como se tienen que cuidar nuestras propias emociones, cuidar las ajenas es importante, como se habló en el punto anterior, tenemos que ser responsables, pero no por esto generar continuamente emociones negativas cuando somos conscientes de ello.
Validación: Cuando se impide que el otro exprese sus emociones, o no validarlas, son actos que deben evitarse, ya que todos merecen sentirse importantes.
Esta práctica no solo es exclusiva para parejas, también amistades y familiares, de esta forma se crearán relaciones más sanas y llevaderas.