Hace algunos siglos, en el norte de Europa realizaban una celebración en honor de Frey, dios del Sol y la fertilidad, en dicha celebración se empleaba un árbol que simboliza -o simbolizaba- el universo, y era llamado Yggdrasil (fresno de la vida), la copa del árbol era Asgard, la morada de los dioses y el Valhalla, el palacio de Odín.
Cuando los cristianos evangelizadores llegaron a ese territorio, vieron que la celebración nórdica coincidía con la Navidad y cambiaron su significado, que mutó en el árbol de Navidad, con el que hasta la actualidad se celebra el nacimiento del Niño Jesús.
A México, la tradición del árbol de Navidad llegó en el año de 1864, cuando durante el Segundo Imperio Mexicano, los emperadores Maximiliano y Carlota mandaron instalar un enorme árbol navideño, que sorprendería a toda la corte y aristocracia.
Con la caída de Maximiliano I en el año de 1867 algunas costumbres se desterraron, pero algunas otras permanecieron o se retomaron más tarde, como la del árbol de Navidad.
Una de las costumbres que se retomarían posteriormente sería la del árbol, que en 1878, el general Miguel Negrete colocó uno en su casa que sorprendió a sus amigos y a la prensa; según historiadores el general viajó a Estados Unidos donde observó uno y quiso traer la tradición a México.
Hasta la fecha, en México y gran parte del mundo es una tradición que se instalen árboles navideños en plaza, edificios públicos y privados y prácticamente en la mayoría de los hogares.