Inaugurado el 29 de septiembre de 1934, el Palacio de Bellas Artes se ha consolidado como el máximo recinto artístico del país. Sin embargo, su valor no se limita al ámbito de las artes, pues se trata de una edificación que ha moldeado tanto su diseño como su funcionalidad, de acuerdo a los cambios sociales y políticos de México.
“La construcción del Palacio de Bellas Artes significó para los habitantes de México el paso a la modernidad arquitectónica. Pero con las suspensiones por la Revolución y el paso del tiempo, el país cambió radicalmente en su población, conformación, aspiraciones y proyecto de nación”, asegura el arquitecto Xavier Guzmán Urbiola uno de los autores del libro “Palacio de Bellas Artes. Las obras y los días”, en entrevista con El Sol de México, con motivo de los 90 años de este recinto.
“Esto hizo que naturalmente cambiara el proyecto y destino de ese edificio, convirtiéndose en el símbolo de la cultura más democratizada. Uno de los más grandes retos que ha enfrentado el edificio es el mantenerse activo para responder a las expectativas que tienen el público y el pueblo de México”, agrega el especialista, quien recuerda que la construcción comenzó 1904, al mando del arquitecto italiano Adamo Boari, por órdenes del presidente Porfirio Díaz, como sede para el Nuevo Teatro Nacional, proyecto que tuvo que ser suspendido por el estallido de la Revolución Mexicana.
La reanudación en 1931 de su proyecto de construcción (suspendida por la lucha revolucionaria), a cargo del ingeniero Alberto J. Pani marcó un antecedente para la creación del Instituto Nacional de Bellas Artes en 1946, al convertirse en cuna y medio de promoción de agrupaciones y propuestas artísticas, como las del Sinfónica Nacional, la Compañía Nacional de Danza, la Ópera de Bellas Artes y la Orquesta de la Cámara de Bellas Artes.
ORIGEN DE INSTITUCIONES CULTURALES
“Las instituciones como Bellas Artes no se improvisan, son esfuerzos particulares que se vuelven después colectivos y que culminan en formaciones. Una vez que se tuvo un contenido fue necesario buscar un contenedor. Todo se originó a partir de ese edificio”, afirma el arquitecto, quien es miembro honorario de la Academia Nacional de Arquitectura desde 2006.
Guzmán Urbiola menciona que al consultar la hemerografía se puede constatar que el recinto siguió teniendo múltiples cambios. Entre ellos la clausura de un bar durante el gobierno de Lázaro Cárdenas y el rediseño de salas durante la década de los 60, los cuales dieron la forma actual de espacios como la Sala Principal del recinto con un aforo de mil 590 personas, las salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari; el Museo del Palacio y el Museo Nacional de Arquitectura.
Pero más allá de los cambios físicos del recinto, el arquitecto señala la gran versatilidad que ha tenido el espacio en respuesta a las coyunturas nacionales.
Recinto para informes de gobierno y tomas de posesión de presidentes como Miguel Alemán, ha recibido a artistas como María Callas, Luciano Pavarotti y aquí se rindieron homenajes luctuosos como el de Frida Kahlo, o Gabriel García Márquez. Muestras de Da Vinci, Kandinski y Modigliani se han presentado en el palacio.
MÚLTIPLES ROSTROS DE MÉXICO
En cuanto a la arquitectura de este edificio de 53 metros de altura, Urbiola menciona que se trata de “dos lenguajes”: el Art Nouveau en el exterior, construido por Adamo Boari y el Art Decó en exterior, hecho por el arquitecto Federico Mariscal, quien terminó la obra.
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Además de estos estilos, el especialista destaca los elementos escultóricos del recinto, que en su conjunto combinan elementos mexicanos y de la cultura occidental, como son las esculturas “La música” y “La inspiración”, obra de Leonardo Bistolfi, o “La juventud” y “La edad viril” de André Allar; así como el remate de la cúpula, formado por representaciones de los géneros teatrales sobre los que descansa un águila que devora una serpiente posada en una estera hecha de pencas de nopal; además de los mascarones prehispánicos y representaciones del dios maya Chaac al interior
“Estos elementos son el reflejo de las muchas caras que tiene México. Eso es lo rico de nuestro país, que somos una confluencia de oriente y occidente, del pasado y el presente. Somos un país muy conectado con el mundo, desde la colonia hasta ahora”, agrega el especialista sobre estos detalles a los que se suman los murales que resguarda en su interior de artistas como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, Jorge González Camarena, Manuel Rodríguez Lozano y Roberto Montenegro.