/ miércoles 26 de septiembre de 2018

La Coordinación Nacional de Antropología organiza el encuentro M68

Luis Barjau, Marta Lamas, Marcela Lagarde, entre otros investigadores, recordaron pasajes que vivieron hace cinco décadas

A 50 años del movimiento estudiantil del 68, el 2 de octubre no se olvida, sigue presente en la memoria colectiva, pero sobre todo en la de sus protagonistas, quienes recordaron las descargas de adrenalina que les producía realizar pintas nocturnas o el terror que sintieron cuando las balas cruzaron Tlatelolco.

Esos y muchos otros pasajes fueron narrados en el encuentro “M68. Reflexiones antropológicas a 50 años del movimiento estudiantil”, que organizó la Coordinación Nacional de Antropología (CNAN) del Instituto Nacional de Antropología e Historia, al que también se dieron cita jóvenes investigadores para ofrecer una visión contemporánea de este suceso histórico.

Al Auditorio Leonardo Manrique de la CNAN, llegaron el doctor Luis Barjau, investigador del INAH; Marta Lamas, integrante del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); Marcela Lagarde, doctora en antropología y diputada de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México; María de los Ángeles Comensaña, directora de publicaciones del Fondo Mexicano para la Educación y el Desarrollo; y Javier Guerrero, investigador de la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH.

Los participantes en la primera mesa de trabajo titulada “La visión de mujeres y hombres como actores del movimiento estudiantil del 68”, tienen en común ser egresados de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

Moderados por Antonio Machuca, en su intervención el doctor Luis Barjau recordó que el 2 de octubre llegó con un grupo de compañeros a Tlatelolco en el momento del éxodo, cuando empezaron los disparos. “Llegamos hasta el centro de la plaza y por puro milagro nos salvamos, corrimos a la casa de mi tía Isabel Domínguez, que vivía en uno de los departamentos de la zona, ahí nos escondimos bajo la cama, éramos como cinco o seis estudiantes, sólo alcanzamos a ver los pies de los policías que entraron a revisar, después salimos huyendo”.

El investigador de la Dirección de Estudios Históricos resaltó que se deben analizar las causas reales de los hechos ocurridos hace 50 años. “En aquel entonces México tenía una economía que crecía incesantemente, vivíamos el llamado Desarrollo Estabilizador, desde 1940 hasta 1970. Pero la paranoia norteamericana de la invasión del socialismo al continente influyó en Díaz Ordaz, no sabemos hasta qué punto, para dar un golpe mortal al movimiento estudiantil”.

En su intervención, la doctora en antropología Marcela Lagarde, quien participó activamente en las brigadas y en la asamblea de la ENAH, relató que la noche del 2 de octubre quemó en la chimenea de su casa algunos folletos y papeles que almacenaba. “Al otro día nos llevaron a mi hermana —estudiante de medicina— y a mí a otro sitio fuera de la ciudad para protegernos, durante meses habíamos vivido u na gran revuelta social contra el autoritarismo en el gobierno y en otras instituciones como la familia y la Iglesia”.

Lee también: A 50 años del movimiento del 68 ¿Qué es la Liga Comunista 23 de Septiembre?

Sostuvo que en aquel tiempo denunciaban la violencia represiva, y exigían la libertad de los presos políticos, ahora en estos días en que la violencia no ha terminado, se insiste en el fin de los feminicidios, incluidos los realizados en la UNAM y el castigo a los culpables.

La experta en temas de género indicó que el 68 incluyó el surgimiento de un verdadero movimiento cultural lleno de alegría, ingenio y humor, que se hizo patente en la música, la escultura, la pintura y literatura.

A su vez, la antropóloga Marta Lamas refirió que al irrumpir el movimiento estudiantil en México, se unió de inmediato a las brigadas, cuando estaba recién casada. “Tenía auto, por lo que fungí múltiples veces como chofer en las pintas nocturnas. Una noche llegó a mi casa un amigo de mi esposo para pedirnos que escondiéramos a unos líderes del Consejo Nacional de Huelga, mi marido se negó y ahí se acabó mi matrimonio.

Nos sentíamos heroicos, lo que más recuerdo es la adrenalina de hacer las pintas, la sensación hilarante de las marchas y la felicidad de sentirnos parte de una nueva nación; el movimiento nos cambió

En su participación, María de los Ángeles Comesaña, directora de publicaciones del Fondo Mexicano para la Educación y el Desarrollo, narró en una poesía en prosa los hechos acontecidos en el otoño del 68:

“Un instante que pasa, imágenes que caen desde el silencio, voy corriendo, me escapo de las balas que cruzan la explanada de Tlatelolco, caigo en el Edificio 2 de Abril, los solados empujan, los jóvenes suben a los camiones del ejército, la sangre mancha el piso, en la velocidad de la carrera salvamos el pellejo.


El museo de Antropología es nuestra casa y la poesía nuestra forma de participación política. Somos sobrevivientes del 68, éramos otros cuando salimos del tumulto, después de la matanza el futuro estaba en otra parte

Por su parte, el investigador Javier Guerrero, relató que en 1968 era abominable ser joven, “no había espacios de esparcimiento, no podíamos ver películas porque alguien decía que se debían censurar, como ocurrió con la obra La Celestina, que se prohibió por inmoral”.

Durante la segunda mesa “El movimiento del 68 desde la perspectiva de los investigadores contemporáneos”, Iván Torres, profesor de la ENAH, señaló que desde la antropología se podría abonar para ver este suceso desde diferentes ángulos y no sólo vincularlo a la matanza.

El 2 de octubre es mucho más que Tlatelolco y más que sus marchas y sus líderes. La parte rica está en el anonimato y hay que rescatarlo, porque si bien no se puede olvidar y dejar de condenar la brutalidad del Estado, no es lo único que dejó el 68, la parte más rica es que generó una cultura, una historia y la transformación de los sujetos”.

En el encuentro M68, la investigadora Liliana García presentó el libro Judith Reyes. Una mujer de canto revolucionario. (1924-1888), en el que aborda la vida de una mujer que desde los años 60 narraba las luchas campesinas del norte del país a través del corrido, y después viajó a la Ciudad de México, donde se involucró con el movimiento estudiantil.

“Ella escribió un disco de homenaje al 68, en el que a través de la música narra la toma de la UNAM, los combates en Zacatenco y la matanza de Tlatelolco, se grabó en 1974, pero sus canciones se escuchaban en las marchas y mítines; se difundieron antes de ser grabadas”, finalizó García.

A 50 años del movimiento estudiantil del 68, el 2 de octubre no se olvida, sigue presente en la memoria colectiva, pero sobre todo en la de sus protagonistas, quienes recordaron las descargas de adrenalina que les producía realizar pintas nocturnas o el terror que sintieron cuando las balas cruzaron Tlatelolco.

Esos y muchos otros pasajes fueron narrados en el encuentro “M68. Reflexiones antropológicas a 50 años del movimiento estudiantil”, que organizó la Coordinación Nacional de Antropología (CNAN) del Instituto Nacional de Antropología e Historia, al que también se dieron cita jóvenes investigadores para ofrecer una visión contemporánea de este suceso histórico.

Al Auditorio Leonardo Manrique de la CNAN, llegaron el doctor Luis Barjau, investigador del INAH; Marta Lamas, integrante del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); Marcela Lagarde, doctora en antropología y diputada de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México; María de los Ángeles Comensaña, directora de publicaciones del Fondo Mexicano para la Educación y el Desarrollo; y Javier Guerrero, investigador de la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH.

Los participantes en la primera mesa de trabajo titulada “La visión de mujeres y hombres como actores del movimiento estudiantil del 68”, tienen en común ser egresados de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

Moderados por Antonio Machuca, en su intervención el doctor Luis Barjau recordó que el 2 de octubre llegó con un grupo de compañeros a Tlatelolco en el momento del éxodo, cuando empezaron los disparos. “Llegamos hasta el centro de la plaza y por puro milagro nos salvamos, corrimos a la casa de mi tía Isabel Domínguez, que vivía en uno de los departamentos de la zona, ahí nos escondimos bajo la cama, éramos como cinco o seis estudiantes, sólo alcanzamos a ver los pies de los policías que entraron a revisar, después salimos huyendo”.

El investigador de la Dirección de Estudios Históricos resaltó que se deben analizar las causas reales de los hechos ocurridos hace 50 años. “En aquel entonces México tenía una economía que crecía incesantemente, vivíamos el llamado Desarrollo Estabilizador, desde 1940 hasta 1970. Pero la paranoia norteamericana de la invasión del socialismo al continente influyó en Díaz Ordaz, no sabemos hasta qué punto, para dar un golpe mortal al movimiento estudiantil”.

En su intervención, la doctora en antropología Marcela Lagarde, quien participó activamente en las brigadas y en la asamblea de la ENAH, relató que la noche del 2 de octubre quemó en la chimenea de su casa algunos folletos y papeles que almacenaba. “Al otro día nos llevaron a mi hermana —estudiante de medicina— y a mí a otro sitio fuera de la ciudad para protegernos, durante meses habíamos vivido u na gran revuelta social contra el autoritarismo en el gobierno y en otras instituciones como la familia y la Iglesia”.

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Sostuvo que en aquel tiempo denunciaban la violencia represiva, y exigían la libertad de los presos políticos, ahora en estos días en que la violencia no ha terminado, se insiste en el fin de los feminicidios, incluidos los realizados en la UNAM y el castigo a los culpables.

La experta en temas de género indicó que el 68 incluyó el surgimiento de un verdadero movimiento cultural lleno de alegría, ingenio y humor, que se hizo patente en la música, la escultura, la pintura y literatura.

A su vez, la antropóloga Marta Lamas refirió que al irrumpir el movimiento estudiantil en México, se unió de inmediato a las brigadas, cuando estaba recién casada. “Tenía auto, por lo que fungí múltiples veces como chofer en las pintas nocturnas. Una noche llegó a mi casa un amigo de mi esposo para pedirnos que escondiéramos a unos líderes del Consejo Nacional de Huelga, mi marido se negó y ahí se acabó mi matrimonio.

Nos sentíamos heroicos, lo que más recuerdo es la adrenalina de hacer las pintas, la sensación hilarante de las marchas y la felicidad de sentirnos parte de una nueva nación; el movimiento nos cambió

En su participación, María de los Ángeles Comesaña, directora de publicaciones del Fondo Mexicano para la Educación y el Desarrollo, narró en una poesía en prosa los hechos acontecidos en el otoño del 68:

“Un instante que pasa, imágenes que caen desde el silencio, voy corriendo, me escapo de las balas que cruzan la explanada de Tlatelolco, caigo en el Edificio 2 de Abril, los solados empujan, los jóvenes suben a los camiones del ejército, la sangre mancha el piso, en la velocidad de la carrera salvamos el pellejo.


El museo de Antropología es nuestra casa y la poesía nuestra forma de participación política. Somos sobrevivientes del 68, éramos otros cuando salimos del tumulto, después de la matanza el futuro estaba en otra parte

Por su parte, el investigador Javier Guerrero, relató que en 1968 era abominable ser joven, “no había espacios de esparcimiento, no podíamos ver películas porque alguien decía que se debían censurar, como ocurrió con la obra La Celestina, que se prohibió por inmoral”.

Durante la segunda mesa “El movimiento del 68 desde la perspectiva de los investigadores contemporáneos”, Iván Torres, profesor de la ENAH, señaló que desde la antropología se podría abonar para ver este suceso desde diferentes ángulos y no sólo vincularlo a la matanza.

El 2 de octubre es mucho más que Tlatelolco y más que sus marchas y sus líderes. La parte rica está en el anonimato y hay que rescatarlo, porque si bien no se puede olvidar y dejar de condenar la brutalidad del Estado, no es lo único que dejó el 68, la parte más rica es que generó una cultura, una historia y la transformación de los sujetos”.

En el encuentro M68, la investigadora Liliana García presentó el libro Judith Reyes. Una mujer de canto revolucionario. (1924-1888), en el que aborda la vida de una mujer que desde los años 60 narraba las luchas campesinas del norte del país a través del corrido, y después viajó a la Ciudad de México, donde se involucró con el movimiento estudiantil.

“Ella escribió un disco de homenaje al 68, en el que a través de la música narra la toma de la UNAM, los combates en Zacatenco y la matanza de Tlatelolco, se grabó en 1974, pero sus canciones se escuchaban en las marchas y mítines; se difundieron antes de ser grabadas”, finalizó García.

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