Estrategia$
¿Sabía usted que la mayoría de los bienes que compra están “programados” para tener una vida útil reducida? En otras palabras, que dejarán de funcionar o se desgastarán a un ritmo más acelerado de lo normal para que se vea obligado a sustituirlos por uno igual o similar después de un determinado tiempo.
A éste se le llama obsolescencia programada o planificada y es una de las características del llamado capitalismo salvaje que domina al mundo de hoy. La manipulación de la vida (o muerte) abarca a la mayoría de los productos. Lo más grave es que dicho período tiende a reducirse sin que ello signifique menores precios para los consumidores. Así, se hace notoria la pérdida de calidad en refrigeradores, lavadoras, hornos eléctricos, microondas, licuadoras, planchas, cafeteras, aspiradoras, secadoras, zapatos, ropa, en una lista interminable de productos que parecen mejores por fuera.
Los fabricantes se aseguran de que cuando un producto se descomponga, resulte más económico comprar uno nuevo que repararlo. Encarecen o dificultan obtener los componentes indispensables para hacerlo. Y en ciertos casos, usan esa programación para garantizar un lucrativo mercado de refacciones, tal como sucede en la industria automotriz.
Algunas industrias (como la electrónica) si bien no sacrifican la calidad del producto, recurren al desfasamiento programático para hacer incompatibles los modelos “viejos” con las últimas aplicaciones. Así, la innovación “invita” a tener lo más nuevo. En el caso de la ropa, el incentivo es la moda y para quienes prefieren no hacer caso de ésta, la mala calidad de los materiales utilizados en las prendas (como puede apreciarse con la mezclilla) hace lo propio.
Las razones detrás de esta estrategia empresarial son básicamente dos: Garantizar una demanda continua y maximizar utilidades. Los gobiernos están conscientes de ello y a pesar de los daños que provoca, no sólo lo toleran, sino lo fomentan en aras de mayor crecimiento económico.
Bajo este dogma neoliberal todo es justificable y válido. Desde manipular la vida útil de los productos o incurrir en prácticas fraudulentas (como es la colusión del sector financiero para maniobrar la tasa libor, los tipos de cambio o prestarse al lavado de dinero, entre otros). La obsolescencia programada si bien contribuye al dinamismo de la economía, también acrecienta la desigualdad social. Nos hace presas del consumismo, con todas sus secuelas negativas para nuestras vidas y la sustentabilidad del planeta. La mayoría coincidimos en que es insostenible un modelo económico basado en el ciclo recurrente de comprar, usar y tirar. Una sociedad que desperdicia y contamina como si los recursos naturales fueran infinitos está condenada a perecer. Así lo demuestra la historia sobre el surgimiento y ocaso de las grandes civilizaciones.