/ viernes 24 de enero de 2020

Hitos del surrealismo democrático

En Algún Lugar...


En algún lugar claroscuro se registran los vaivenes de los ideales; la retórica obedece al criterio imperante y por eso algunos hitos se escriben con ética democrática y otros, con la perorata vergonzante de las tiranías…

Dicen los que saben que el lunes 20 de enero es el día más triste del año. Para algunos el fin de las fiestas y el inicio de la cuesta de enero son motivo de tristeza; para mí y para muchos ciudadanos en México, el motivo de la tristeza de este lunes es la amenaza a la autonomía del INE, el órgano ciudadano que ha organizado elecciones libres y auténticas logrando la alternancia y la erradicación del autoritarismo.

La reforma que está preparando el partido en el poder vulneraría la condición autónoma del INE en un retroceso brutal que se inscribiría en la larga lista de los momentos más vergonzosos en nuestra historia. Los hitos de la democracia en México son claroscuros de un ideal de largo aliento, algunos son una auténtica vergüenza, pero otros, motivo de optimismo; no voy a remontarme a la entrevista de James Creelman a Porfirio Díaz, me limitaré a rememorar los episodios que exhiben los excesos del poder como un surrealismo rampante en su máximo esplendor.

Este breve recorrido inicia en 1976 con una boleta electoral con un contendiente único, lo que exhibió la arrogancia de partido gobernante. En aquel entonces la responsabilidad de organizar las elecciones recaía en la Comisión Federal Electoral presidida por el Secretario de Gobernación, porque el órgano electoral dependía del Poder Ejecutivo y cumplía con la doble función de calificar la elección y atender los caprichos del candidato como paladín del Ejecutivo.

José López Portillo fue el único candidato en la boleta electoral y fue postulado por el Partido Revolucionario Institucional, por el Partido Popular Socialista y por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana. El candidato del Partido Acción Nacional no contendió en los comicios porque no alcanzó el porcentaje establecido en sus estatutos para la elección interna y los votos para los candidatos del Partido Comunista Mexicano y del Partido Femenino se calificaron como nulos porque los partidos no tenían registro oficial.

Fuimos el hazmerreír mundial y el colmo del cinismo. La retórica del surrealismo registró este episodio así: “Muchos años después, en una entrevista a Enrique Krauze, el expresidente José López Portillo habría de recordar aquella tarde de julio en que, con un solo voto, el voto de su madre, ganó la elección”.

Este recorrido continuará en las próximas columnas. Por lo pronto y en mi calidad de ciudadana, apegándome a los principios democráticos que me comprometí a observar desde que rendí protesta como consejera electoral, con la ética como argumento primigenio y según mi leal saber y entender, hago eco del llamado en defensa de la autonomía de la institución electoral. De no hacerlo, escribiríamos el próximo hito de la democracia con la perorata vergonzante de las tiranías.

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