ALTO PODER
La partidocracia mexicana busca a toda costa continuar enquistada en las entrañas de la política nacional. Ese obsoleto sistema creado por el priísmo más recalcitrante (que lo utilizó para simular una democracia casi perfecta) se aferra a seguir viviendo de los recursos públicos.
La simulación incentivada por el tricolor consistía en alimentar a la oposición, abrirle la puerta, confrontarla, darle visibilidad para después corromperla y ganar el favor de su apoyo, a cambio de jugosas sumas de dinero del erario. Así no cabía el reclamo del partido hegemónico. Una prueba viviente de que este tipo de oportunismo prevalece es el Partido Verde Ecologista de México, que pasó de ser la “franquicia” de una familia a ser el instituto político que ofrece sus servicios al gobierno en turno con el mayor de los descaros.
Cómo olvidar que en el 2000 los “ecologistas” se subieron al tren llamado Vicente Fox, quien condujo al PAN directo a la Presidencia de la República y aquel 1 de diciembre, cuando el exempleado de la Coca Cola asumió el poder, desde la tribuna del Congreso de la Unión el “niño verde” (Jorge Emilio González) rompió con el panismo porque no le dejaron designar ni siquiera al secretario del Medio Ambiente.
Fue entonces que el PVEM se convirtió en una supuesta oposición, aunque nadie se lo creyó y siguen sin creer que defienden causas ecológicas progresistas. Después vinieron otros escándalos del “niño verde”, su familia y algunos militantes de dudosa reputación, que iban del cobro de sobornos hasta negocios al amparo del poder, a cambio de algunos cuantos votos en cualquiera de las Cámaras.
VERDE: AZUL, TRICOLOR, GUINDA
Tras romper con el blanquiazul, los verdes se camuflaron de tricolor; apoyaron a Enrique Peña Nieto a la Presidencia en el 2012, formaron una supuesta alianza sólida que les permitió algunos triunfos en las gubernaturas durante el sexenio, siendo Chiapas el que más llamó la atención con Manuel Velasco. Dos meses antes de que Peña Nieto terminara su mandato, el entonces vocero del Verde Ecologista, Arturo Escobar, anunció que la alianza PVEM-PRI concluiría al último minuto del gobierno del Presidente saliente.
Fue entonces que los verdes vendieron la poca dignidad que les quedaba a Andrés Manuel López Obrador y a los morenistas, quienes requerían el mayor apoyo en ambas Cámaras para garantizar la aprobación de todas las reformas que prometieron para consolidar la Cuarta Transformación.
Ahora el PVEM está en el ojo del huracán por haber violado, por segunda ocasión, la ley electoral al promover el voto a través de esos personajes ahora llamados “influencers”, que se creen amos y señores de las redes sociales. Ante los “buenos” resultados en las urnas en 2015, los genios del partido del tucán decidieron repetir la estrategia en las intermedias seis años después porque no lo hicieron en la presidencial del 2018, pues no quieren poner en riesgo el resultado presidencial.
El patrón de la falta fue el mismo: Distintas personalidades coincidían con el Verde, que curiosamente se ha identificado más con los electores jóvenes. El 5 y 6 de junio, los verdes restregaron en la cara a la autoridad electoral que son capaces de violar el reglamento cada que les dé la gana, porque no hay posibilidad de ser sancionados.