AMLO sacó lo peor de los mejores analistas en el país, aniquiló el pensamiento racional, pero ya se fue. Es momento de volver al equilibrio, nos urge. Porque en la vida nada es blanco o negro, los grises también cuentan.
No todo lo hecho por el presidente López fue pésimo, pero tampoco fue casi perfecto. Lo mismo le ocurrirá a la actual Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas. De manera que malo sería volver a utilizar el mismo sistema de análisis, el de la conspiranoia, el de la búsqueda obsesiva de un futuro lleno de caos.
Mejor debemos comenzar, por definir un modelo para determinar la calidad de un gobernante, no por sus obras o por su popularidad, sino por una serie de rasgos de la persona.
El primer punto de un decálogo sería “Se desentiende por completo de la fuerza política que lo llevó al poder”. Ahí, la renuncia temporal de la presidenta Sheinbaum, a su militancia en Morena, es una buena señal.
Otros elementos del modelo para evaluar a un gobernante son los siguientes: Posee visión de Estado, o sea, tiene un concepto integral de lo que busca hacer como gobernante, lo muestra en la práctica, de forma consistente; muestra capacidad para gestionar el talento a su cargo, consigue que sus subordinados cumplan con las metas. Ante la falta de resultados, hace cambios en su equipo de trabajo, no los mantiene en el puesto, por compromiso. Tiene autocontrol, maneja la presión del cargo sin afectar su desempeño. Es transparente/rinde cuentas. Dialoga de forma constante con todos los sectores. Hace consensos. Toma su trabajo en serio, 24/7.
Reconoce errores, los corrige. Su discurso es claro, no titubeante, inconstante, inconsistente, lleno de clichés. Respeta la investidura.
En un análisis equilibrado, el modelo debería tener más peso que la grilla, los chismes, las aspiraciones de los opinócratas, a ser admirados por su capacidad predictiva de desastres. Nuestros gobernantes se favorecen de un sistema periodístico que privilegia el chisme.
Un gobernante no es un sabelotodo, ni tiene una varita mágica, pero sí debe contar con la capacidad de liderazgo suficiente para llevar su barco al progreso. Esto último no es cursilería, porque, de acuerdo a su origen, el verbo gobernar significa manejar un barco, mientras que progreso es caminar hacia adelante (Corominas, 1990).
Mientras tanto, bienvenida Comandanta Sheinbaum, suerte en su encargo. Aquí estaremos muchos pendientes de ver que cumpla con sus compromisos y si no, la Nación se lo demandará.