El problema de los homicidios en Baja California es más serio de lo que el más pesimista imagina. Porque no se trata de noticias amarillistas, sino de hechos a los que no se les ve solución, tan sólo la resignación, empezar a ver normal e inevitable tanto crimen.
Vamos por partes. La tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes es la unidad estándar, la cual permite determinar qué tan peligrosa o segura es una comunidad. También es útil para medir avances o hacer comparaciones.
Ahí los números de la entidad preocupan no sólo si se comparan con otras entidades, sino con las propias cifras al paso de las décadas.
En 2023, la tasa de homicidios en BC fue de 69.67, la de Sinaloa, en el mismo lapso, 18.69. A nivel nacional es 24. Tan sólo Tijuana tiene 94.77 muertes por cada 100 mil habitantes. 1.0 tiene Dinamarca. Italia, en la época más cruel de toda Europa, en el siglo XV, tuvo un índice de 73 (“Long terms historical trends in violent crimes”).
Es cierto, los estados fronterizos tienden a ser los sitios donde la violencia se recrudece, pero incluso bajo esa óptica la entidad queda mal parada: Tamaulipas 19.27, Chihuahua 53.82, Sonora 47.64 (números propios, elaborados con información oficial, aplicando la fórmula matemática precisa). En 1990 la tasa de homicidios en el Estado fue de 16.22; en el 2000 llegó a 17.85. A partir de ahí el crecimiento fue exponencial, a un ritmo rápido. En diez años llegó a 48.42, para el 2020 la cifra era de 78.72.
Lo triste de esta realidad es que ha ocurrido mientras los políticos gobernantes afirmaban realizar acciones tanto preventivas como sancionadoras.
Que la tasa baje de un año para otro no debe emocionarnos, a menos que venga precedida de un plan de acción bien explicado, porque de lo contrario lo más probable es que se haya debido a factores en los cuales la autoridad no influyó.
Hoy, en el inicio de un nuevo gobierno federal, volvemos a escuchar el mismo discurso, el de la cero impunidad, pero no vemos ejemplos claros sobre la forma de operación, solo ambigüedades. Esto, a pesar de existir trabajo especializado, suficiente para prevenir delitos (“Is the recent increase in national homicide abnormal? Testing…”, “Constructing Bayesian networks for criminal profiling from limited data”), o para resolverlos (“Using data-mining to solve criminal cases”).
No parece haber rigor científico, ni ganas de esforzarse para mejorar la situación. Sólo están dejando pasar el tiempo, hasta llegar a la próxima elección.