Siendo sinceros, el gobierno del Estado no es un desastre, ni todo lo hace mal. Parece, pero no es. Por respeto a la investidura, eso debería preocuparles.
Leyendo las 865 páginas del III informe de su titular, glosando, haciendo anotaciones, resulta obvio concluir que la autoridad trabaja mucho mejor de lo que algunos estarían dispuestos a reconocer. Esto se debe en buena medida a que, a pesar de tener un liderazgo lleno de vaivenes, dentro del universo de sus trabajadores, sindicalizados o no, existen miles de personas con la camiseta bien puesta, afanosos, mentes brillantes, que sacan la chamba por quienes se llevan los aplausos, sin necesidad de una guía.
Por otro lado, es complicado determinar si todo lo escrito en el informe es en verdad un avance, porque ellos tienen el monopolio tanto de las metas como de las cifras. Por eso, los diputados no alineados siempre batallan para exhibir a los funcionarios en las glosas del informe.
Al ciudadano sólo le queda comparar los informes con su entorno. Quien recibe algún beneficio gubernamental habla bien; al contrario, quien sufrió una pérdida humana o material, refiere pestes.
Si bien no todo es un desastre, su manejo desatinado de la seguridad pública ha sido suficiente para dar elementos a sus detractores en política, así como a un sector de la población, significativo, mas no determinante, en caso de un intento de revocación de mandato, de que todo va mal.
Ahí, en ese rubro, sí hay elementos suficientes para establecer que no tienen idea de cómo operar.
Tanto el Programa Estatal de Seguridad Ciudadana como el Programa de Gestión Institucional para la Investigación y Persecución penal de los Delitos, de la Fiscalía, son una muestra de buenas intenciones.
Con lo expuesto en ambos documentos quedan claras dos cosas: Primero, que los elaboraron seguros de que nadie los leería y segundo, la falta de una estrategia clara, la inexistencia de un sistema de inteligencia policiaca. Es más, la Fiscalía reconoce de forma tácita que, en pleno siglo XXI, carecen de tecnología cibernética de última generación.
Se supone que esos programas deben leerse como un manual de instrucciones para resolver la problemática, independiente de quién esté al frente de las dependencias. Todo apunta a que, en ese tema, dependen emocionalmente de la Federación y de la suerte.
Para que la mala percepción cambie, ojo, no para que las cosas mejoren, debería de existir una estabilidad en los comportamientos de quien manda o al menos, fingir preocupación por más tiempo, ser prudente en los dichos.
Siempre tener presente que gobierna un Estado con una de las ciudades con la tasa de homicidios más alta de todo el planeta, ahí donde será el Tianguis Turístico el año próximo.