En las ciudades de Baja California podrán matar gente, otras desaparecen. Sin embargo, aún no estamos como en Culiacán, sin control, con un Gobernador insostenible, aunque lo vayan a sostener a pesar de tener condiciones socioculturales similares.
Por supuesto, esto no es motivo de orgullo porque lo más probable es que ni siquiera la autoridad local sea capaz de explicar este fenómeno. Quizá, sólo es cuestión de tiempo, para que explote una crisis o tal vez el aparente orden podría deberse a una estrategia secreta de contención dictada desde la Federación, operada por el Estado o a la mejor es una chiripada y como tal, puede acabarse.
Como sea, pero si la autoridad no nos va a decir cómo le está haciendo o cómo le va a hacer para darnos tranquilidad, al menos deberíamos esperar un comportamiento acorde a la realidad inocultable.
El Estado no merece terminar como Sinaloa, una entidad con tradición, tierra fértil, personas talentosas. Baja California es un pueblo joven, el cual es posible rescatar. Para eso se requiere gobernantes capaces de entender que aceptar la realidad violenta y luego actuar, en serio, no con simulaciones, para nada afecta la popularidad ni la simpatía; al contrario, un gobernante coherente, comprometido, genera más adeptos.
Hoy vemos una gobernadora caminando dos pasos adelante de la realidad, actuando como si los problemas ya se hubieran resuelto, sólo porque la Presidenta expuso un plan de trabajo en materia de seguridad, lleno de buenas intenciones, pero sin decirnos el cómo.
En contraparte, en Mexicali tenemos una alcaldesa que luce abrumada, cargando con el peso operativo y la obligación de dar resultados.
El error de ambas es haber sido incapaces -en los últimos 3 años- de explicarle a la población la causa de los problemas generadores de violencia, así como las formas en las que cada área de gobierno, relacionadas o no, con la seguridad, participaría para salir adelante.
Se dejaron llevar por la inercia del anterior Presidente, le apostaron al rollo electoral, en lugar de granjearse el apoyo de los residentes, comprometiéndolos a participar en el cuidado de la comunidad.
Esto es incomprensible porque la gobernadora y la alcaldesa saben lo que representa vivir en la capital del Estado, aquí nacieron, respiran el mismo aire cochino como nosotros, recorren las mismas calles llenas de baches, se enteran de las mismas muertes.