Octavio Romero Oropeza se perfila como el director del Infonavit, el organismo que administraba los fondos de los trabajadores destinados al financiamiento a la vivienda y que ahora se convertirá en uno de los más grandes constructores del país, con una bolsa presupuestal cada año de 35 mil millones de pesos, destinada a la construcción de alrededor de 75 mil viviendas.
La decisión la tomaron en conjunto hace un par de semanas, según diversas fuentes cercanas a Palacio Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador y su sucesora Claudia Sheinbaum Pardo; esta última tuvo que entregar esa estratégica posición a uno de los operadores más cuestionados ―pero también más consentidos― de AMLO, para evitar que se quedara al frente de Petróleos Mexicanos.
Para nadie es un secreto que la futura Presidenta y su equipo de trabajo consideran como desastrosa la labor que el ingeniero agrónomo originario de Tabasco ha realizado al frente de la petrolera del Estado. Pero todos deben moderar sus opiniones al respecto por el gran agradecimiento que le tiene López Obrador, solo por haber aceptado enfocarse en proyectos que ha venido abandonando la industria energética a nivel global.
Ejemplo de lo anterior es el discurso que emitió Víctor Rodríguez Padilla cuando fue anunciado como futuro director de Pemex, al retratar un panorama para la empresa productiva del Estado de franca recuperación, con un enfoque adecuado hacia la refinación de combustibles y un problema financiero de deuda todavía manejable, mucho más manejable del que se tenía con la compañía petrolera en la época de Ernesto Zedillo.
El mensaje no fue el mejor para los inversionistas. Sin duda, contribuyó a desanclar un peso que hoy ronda las 20 unidades por dólar. Pero el destinatario de esas palabras era exclusivamente AMLO, quien debía tener la tranquilidad de que el próximo gobierno seguiría caminando hacia su tan ansiada “autosuficiencia energética”, a pesar de que Romero Oropeza ya no estuviera al mando, como lo estuvo durante seis años, de la política petrolera.
Además de ese discuro triunfalista hacia Pemex y su director, Sheinbaum tendrá muy probablemente que sacrificar uno de los más importantes proyectos de su cartera, el de la transformación del Infonavit en un organismo muy similar al que operó en la Ciudad de México con el Instituto de la Vivienda, que en el papel busca garantizar vivienda para las clases más desprotegidas, pero que en la práctica garantiza ese beneficio para los integrantes de los grupos que más aportan votos.
Es menor riesgo para Claudia Sheinbaum entregar el Infonavit a un cuestionado Octavio Romero aunque esté en riesgo de convertirse en un foco de corrupción y en la plataforma perfecta para hacer negocio. Esto porque perdurar su gestión en Pemex podría colapsar las finanzas no sólo de la petrolera sino del país, provocando para la nueva administración un indeseable y muy simbólico “Error de Diciembre”.