Quo Vadis
Este viernes primero de noviembre Día de Muertos, millones de mexicanos estarán haciendo un “alto” en su devenir para recordar --a su manera-- el drama del asesinato o desaparición de seres queridos, mientras otros en la lógica de la tradición harán oraciones en soledad, en alguna iglesia o en los mismos panteones donde descansan los restos de quienes de todas las edades ya están en el descanso eterno.
Muchas formas y componentes para llorar esta celebración que data de tiempos inmemorables, más lejanos a la Conquista española y que dan a México y su pueblo una identidad propia, irrepetible y singular…tanto, que transitamos del llanto al canto, de postrarse de rodillas al baile y posiblemente del bonito recuerdo a la indeseable maldición abierta.
En lo particular he vivido con intensidad algunas tradiciones mexicanas como hacer ofrendas y construir altares, ni qué decir de pronunciadas oraciones y también largos recuerdos de seres queridos, tantos como los años e instantes de vida que tengo, pero llenos de intensidad y nutridos sensiblemente con la nostálgica esperanza de volverlos a ver o sentir en otra dimensión…la 3ª, 4ª o 5ª o como se llame, pero al fin “tenerlos” otra vez.
Pero no. Eso no será posible porque lo real, oculto o sagrado de los muertos y sus espíritus está en otro espacio, si es que está, mientras nosotros aquí, en lo terrenal, seguimos deambulando, trotando o como cantara José José: Rodando de acá para allá, siendo de todo y sin medida…
En ese contexto, en lo personal y con absoluta fe, claro, comparto que en este Día de Muertos paso del drama de la pérdida de la presencia de mis seres queridos y no pocas queridas amistades a la celebración por la posible y silenciosa convivencia con sus almas que liberadas en el paradisiaco infinito del Creador quizá…y tan solo quizá, en algún momento de mi vida, en vigilia o en sueño, están omnipresentes.
Misterios de la vida y también de la muerte que poco a poco hay que descubrir, cada uno en su tiempo y espacio, con imperturbables recuerdos que nos reafirman en el día a día y cada instante lo maravilloso de la vida que es dar no recibir…porque cuando recordamos a los que ya se fueron pensamos en sus bondades como también en lo que pudimos, pero no les pudimos o quisimos cumplir, más cuando se trata de la propia sangre…
Vaya pues en el Día de Muertos un recordatorio a nosotros mismos, a los que nos rodean aquí en casa, cerca o lejos para que si tienen con qué y cómo, no se les olvide ser agradecidos, que es más importante amar y no controlar; que tolerar y escuchar abre corazones antes de sumirse en la sinrazón de la soledad y autoaislamiento que desgasta vidas en vano solo para acumular riquezas y quehaceres que de nada sirven y cuentan cuando al lado de nuestra existencia se niega a quien puedes sonreír, apoyar, jugar, aconsejar, alimentar y…amar. ¿O no?