/ viernes 17 de septiembre de 2021

Consumidores subestimados…

QUO VADIS

Luego de la extendida crisis económica que sigue provocando la pandemia y que condujo al colapso a incontables negocios y empresas de todo tipo y tamaño, los consumidores parecen devolverse a la rutina de comprar por aquí, por allá y acullá para responder al anhelo empresarial de evitar más “bancarrotas”, pero lo hacen no sin sorpresas indeseables por el trato que reciben de algunos que ofertan bienes o servicios.

Dicho de otra manera: Al salir los consumidores de las compras con entrega a domicilio esperaban mejor trato en los negocios de comerciantes y empresarios, pero no, no puede afirmarse tal aunque hay notables excepciones que corresponden particularmente a la industria restaurantera, pero por otra parte hay negocios que dan pena y hasta coraje visitarlos. Por ejemplo tenemos los bancos, que si bien han desarrollado “protocolos” para desahogar las largas filas en su área de cajas, las consultas con los ejecutivos siguen siendo muy tardías y extendidas y en cuanto a centros comerciales ni qué decir, la mayoría redujo personal al máximo y la recontratación ha incrustado a empleados que desconocen sus áreas y la actitud cortés que deben tener para los consumidores, aunque hay excepciones.

También hay negocios de prestigio a los que la gente regresa no solo por la calidad de los productos, sino por el positivo servicio que reciben de los empleados, como una empresa dedicada a la venta de mosaicos y otros productos para baños, cocinas, etc., ubicada cuadras antes y del mismo lado donde está la Cruz Roja en Lázaro Cárdenas, cuyo nombre empieza con K y acaba con A… Bueno, pues ahí, para recoger una cajita con loseta se tardaron MEDIA HORA cuando antes (de la pandemia), por mucho movimiento que hubiera, no pasaba de 10 minutos…y ¿sabe por qué? Porque los despachadores escogen qué entregas hacer efectivas, es decir, no respetan el ritmo con que van llegando los clientes y, peor tantito, dan preferencia a algunos conocidos para dejar al último a los que, pacientes, pero inquietos y sentaditos en silla esperan ser llamados para recoger lo que pagaron antes.

Esto a final de cuentas ocurre no solo en esa firma, también en otras donde los empleados, por falta de supervisión y organización efectiva, afectan el historial y prestigio de las empresas y obligan a los consumidores a trasladarse a otros negocios si se quiere asumir como crítica constructiva.

Ojalá, entonces, que no se pierda de vista la importancia de la atención cortés y respetuosa que merecen los consumidores, porque si bien en esta etapa hay que ser cumplidos en la sana distancia, uso de cubrebocas, gel, etc., en áreas públicas que por naturaleza exigen posibles “esperas”, no hay peor daño que descubrir preferencias de empleados que ofenden la inteligencia del consumidor común que, repito, trata de adecuarse a una nueva realidad (no normalidad) y no es justo que lo traten con la punta del pie. ¿O no?

pibenavarro115@hotmail.com