ESTRATEGIA$
En 1973 salió la película “Cuando el destino nos alcance” (título original en inglés: Soylant Green), basada en la novela de ciencia ficción ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! (1966) de Harry Harrison. Trata sobre los efectos del crecimiento poblacional y la industrialización sobre el hacinamiento, la contaminación y el calentamiento global.
Se desarrolla en 2022 en Nueva York, ciudad con una población superior a 40 millones que vive en condiciones miserables. Sólo una pequeña elite que tiene el control económico y político goza de lujos. El resto batalla para tener agua y alimentación. Y esta última depende de dos productos: Soylant rojo y soylant amarillo. Soylant es el nombre de la empresa que abastece de víveres a la mitad del mundo y promociona un producto nuevo llamado soylant verde, el cual se elabora con plancton, según publicita. Sin entrar en más detalles, llega el momento en que el personaje principal descubre la terrible realidad: Los mares están muriendo y no producen plancton y lo peor, que soylant verde se fabrica de cadáveres. Estamos en 2019 y un mundo en condiciones como las del filme sigue siendo tema de ciencia ficción para la mayoría. No obstante, conforme pasan los años aumenta la probabilidad de llegar al desquicio, pues el calentamiento global es real.
Más de mil científicos de todo el planeta lanzaron recientemente una advertencia sobre dicho cambio. Exhortaron a adoptar medidas radicales para evitar la extinción. Consideran tenemos tiempo, pero debe hacerse antes de 2035 y a más tardar en 2050. Algunos creen que hemos rebasado el punto de no retorno y que un escenario de carencias como el de la película es cuestión de tiempo.
Nadie tiene una bola de cristal para saber qué pasará mañana, más sí deducir las alternativas a presentarse de seguir por el mismo camino. Y es un hecho que el adoptado no es el indicado. Es imposible hacer los cambios requeridos con los sistemas de gobernanza que imperan en el planeta.
Unos que escogen a los peores para dirigir nuestras vidas. Con excepciones, la mayoría de los líderes merecen el calificativo de basura. No les importa el bienestar general, sino beneficiarse a sí mismos y a los grupos que representan. Y quien tenga dudas, lo invito a reflexionar sobre el desempeño de personajes como Bashar Háfez al-Ásad, Benjamin Netanyahu, Donald Trump, Kim Jong, Nicolás Maduro, Salmán bin Abdulaziz, Vladimir Putin, los más destacados en una lista interminable.
El mundo está condenado a perecer mientras los líderes sigan pensando que los problemas de hoy pueden resolverse con la tecnología del mañana. Es una visión cortoplacista, irresponsable y propia de la era de las cavernas. Aunque suene ilusorio, podemos construir un mundo mejor si tomamos conciencia y exigimos un sistema que garantice tener a los mejores hombres y mujeres a cargo y no a los que tenemos ahora.