QUO VADIS
Hace algunos años, durante una reunión amigable con el reducido equipo de ministeriales de confianza que realizaban operativos contra secuestradores, asaltantes, traficantes de personas, etc., en el gobierno de Ernesto Ruffo, se le preguntó al azar a uno de ellos (Q.E.P.D.) ¿qué haría si estando en un banco como cliente inicia un asalto?, . ¿intervendría o se sometería al igual que los demás?
La respuesta fue tajante y compartida por sus compañeros al decir, palabras más, palabras menos: ¡No…no intervendría porque ahí puedo morir, pero si mi vida está en riesgo o la de otra persona, no me queda de otra!
Ese grupo de policías investigadores era compacto y de todas las confianzas del procurador porque siempre le dieron resultados contra el crimen organizado, sobre todo en secuestros, donde no solo rescataban a víctimas, sino también recuperaban el botín, inclusive buena parte de ellos formaban la propia escolta de don Pedro, siempre proclive a confrontar situaciones sin medir riesgos, obligándolo a veces a resguardarse o ser protegido de manera especial contra su voluntad.
No entendía bien a bien que su trabajo y empuje como procurador era precisamente parte del ánimo que la entonces Policía Ministerial evidenció y con más positivas que negativas permitió que don Pedro, al final de su ejercicio, fuera aplaudido por Ruffo y toda la clase política, incluyendo la mayoría de los 25 diputados de aquella Legislatura.
Eran tiempos en los que, cuando se calentaba la plaza (Mexicali, Tijuana o San Quintín, principalmente), el procurador Vidal solía decirle con voz firme a su selecto grupo de investigadores: “Vayan a hacer su trabajo, cuídense…háganlo bien y yo me encargo de lo demás…”.…Y lo demás era, precisamente, la seguridad, equipamiento, capacitación y seguridad de sus familias, siempre aderezado de un convivio sano y constante con los investigadores; eran una “familia” ese gran equipo de ministeriales y don Pedro y respondían a la sociedad con lo que tenían a la mano, siempre insuficiente, pero sobrados de ánimo y vocación en el servicio público. También había compañeros no muy entregados, claro, como en todo…y seguramente no faltaba el corrupto, pero el ambiente general en esa gestión para procurar justicia a los bajacalifornianos se respiraba bien, por interpretarlo coloquialmente, tanto que el positivo estado de ánimo policial llegó al “olfato” político y el procurador, como sus agentes, fueron despedidos con aplausos.
Así entonces, qué tiempos aquellos en que los policías humanamente tratados hacían posible que la delincuencia no “calentara la plaza” porque, además, si sabían “torcer” a los delincuentes, éstos no emprendían venganzas porque reconocían la habilidad investigadora.
Si no recuerda esos pasajes, ni modo, yo sí lo atestigüé y sé que lo que se vive ahora en la entidad por el crimen organizado y delincuencia común puede cambiar, solo necesitamos otro don Pedro que motive. ¿O no?