Considerando la impostergable responsabilidad que tenemos de preservar nuestro medio ambiente y fortalecer las bases de un desarrollo regional sustentable, el pasado 29 de junio las senadoras y los senadores de la República aprobamos el Acuerdo de Cooperación Ambiental entre los Gobiernos de los Estados Unidos Mexicanos, de los Estados Unidos de América y de Canadá, firmado previamente en México, Washington, D.C. y Ottawa a finales de 2018.
Este nuevo acuerdo moderniza al anterior Acuerdo de Cooperación Ambiental de América del Norte de 1993, gracias al cual, vale la pena mencionar, a lo largo de 25 años se impulsaron e implementaron proyectos trilaterales muy importantes como la Iniciativa para la Conservación de las Aves de América del Norte, la elaboración del Atlas Ambiental de América del Norte, la protección de especies de preocupación común, el sistema AirNow con el que se buscó monitorear en tiempo real la calidad del aire, la instrumentación de normas para el ahorro de energía y reducción de emisiones en las actividades del sector privado, entre otros que hoy sirven como un valioso antecedente para demostrar que la cooperación trilateral en materia ambiental es necesaria, deseable y provechosa para todas las partes.
El nuevo acuerdo busca hacer de la cooperación ambiental un medio para promover políticas ambientales y comerciales coordinadas que permitan cumplir con los objetivos ambientales del T-MEC, fortalecer la colaboración tripartita en materia de protección, conservación y mejora del medio ambiente, así como promover una participación pública más abierta e inclusiva en el desarrollo de leyes, procedimientos y políticas ambientales que involucre a organizaciones no gubernamentales, comunidades indígenas, académicos, jóvenes y ambientalistas de los tres países.
Por ello, los cambios más importantes que precisamente podemos encontrar en el nuevo acuerdo son aquellos que tienen que ver con la gobernanza ambiental, la protección de la biodiversidad, el crecimiento económico verde, el uso de tecnologías y el establecimiento de mecanismos de colaboración que anteriormente no estaban previstos. Pero este acuerdo llega no solo dentro de un marco de renovación de las relaciones comerciales y geopolíticas entre las naciones vecinas de América del Norte y de éstas como bloque con el resto del mundo, sino que lo hace dentro de una situación coyuntural que lo trasciende: La amenaza climática y medio ambiental que se cierne sobre nuestro futuro como especie si continuamos por el autodestructivo camino de la depredación de nuestros recursos, la contaminación sin control y la resistencia a modificar nuestros insostenibles hábitos de producción y consumo.
Es por eso que como senadora de la República y defensora del medio ambiente, personalmente para mí fue de especial gusto haber votado a favor de este acuerdo ambiental, pues representa un claro mensaje de que, a diferencia de lo que sucedía en épocas anteriores en las que para gobernantes y economistas la principal preocupación era el crecimiento sin importar los costos ambientales, hoy por fin hemos comprendido que es inútil generar riqueza sin desarrollo y que el desarrollo sin un medio ambiente sano no es posible.
Además, este acuerdo resulta positivo porque más allá de las políticas particulares que pretenda impulsar el gobierno de cada país en materia medioambiental, los Estados están obligados a cumplirlo. Es decir, gobiernos van y vienen y como todos sabemos, a los gobernantes en turno puede importarles poco o nada la gestión adecuada de nuestro ambiente, incluso pueden buscar impulsar políticas industriales, energéticas y presupuestales que vayan en un sentido contrario a los esfuerzos que desde diversos frentes se están impulsando para combatir el cambio climático y el deterioro ambiental, pero con este instrumento de cooperación los gobiernos de las tres naciones tendrán un margen de maniobra muy limitado para incumplir internamente con las responsabilidades derivadas mismo.
Por último quiero señalar que si bien es cierto que el Estado mexicano tiene muchos temas pendientes de la agenda ambiental que los representantes y gobernantes electos tenemos que atender de manera urgente, también es verdad que Estados Unidos y Canadá tienen que tomar una mayor responsabilidad por los perjuicios ambientales que sus empresas han provocado en nuestro país, tómese el ejemplo de las mineras o las cerveceras como Constellation Brands, por mencionar algunos.
Por eso, creo en este acuerdo porque constituye un instrumento de cooperación y vigilancia que establece el deber de los tres países de trabajar por una integración económica y comercial que sea realmente sustentable. Por lo que la irresponsabilidad con la que han actuado distintos actores del sector público y privado a nivel regional ahora se encontrará con un contrapeso más robusto que, sin duda alguna, vendrá a mejorar las reglas del juego en beneficio de todos los habitantes de este gran bloque.