/ domingo 4 de agosto de 2024

Carlos Coronado Ortega y el lenguaje de un Tohono O’odham

Una trayectoria de 70 años dibujando y pintando

Tiene 79 años de los cuales 70 los ha pasado dibujando y pintando. Nació en la ciudad de México “porque allá me toco nacer”; su primera infancia la vivió en Pitiquillo, muy cerca de Caborca, Son., rodeado de elementos prehispánicos que le transformaron su niñes: “no me entendieron, me mandaron al psicólogo por las cosas que hacía. Me decían que eso no debía ser de mi interés, yo debía interesarme por las necesidades de la casa, del campo. Pintar era cosa de niñas, de señoritas, me decían. Yo solo sabía qué para mi era indispensable, era una necesidad estar pintando, dibujando, creando cosas. Era como la gasolina para seguir adelante”.

Cortesía


Es Carlos Coronado Ortega, un artista indio, un Tonono O´odham (gente del desierto) que no niega su origen, al contrario, lo presume y lo grita a los cuatro vientos, “desde niño me llamo la atención las síntesis en los trazos de los petroglifos o pinturas rupestres que había en el rancho, muy incipientes, no como las que hay aquí en Baja California, aquellas eran muy elementales, pero sabías que eran, hombre o mujer, perro, caballo, bueno, no había caballos, pero animales, los identificabas perfectamente. Para los demás eran simples rayas, pero yo y otros pocos que si nos interesaban, las copiábamos para llevarlas a las paredes de nuestra casa.”

Desde su infancia los utilizó como información, los copiaba en su cuaderno y los guardaba, igual que los objetos que encontraba como pedernales, morteros, pedazos de piedras talladas, todos eso lo conservó, “los atrincheré, porque fueron de un pueblo que vivió donde vivíamos nosotros, escarbabas tantito y los encontrabas”. Hasta que un día se los descubrieron y los utilizaron para hacer la cimentación de la casa y ahí se perdieron “la gente no les encontraba forma, ellos solo veían piedras y las cogían para la construcción”.

Cortesía


Su gusto por el dibujo y la pintura lo llevó a estudiar en la Academia de Pintura de la Universidad de Sonora, “ahí si te equivocabas o hacías algo mal, lo tenías que hacer de nuevo, ahora hay muchas facilidades para ayudarse como la fotografía, en mis tiempos era prohibidísimo eso, los maestros eran muy estrictos, del siglo antepasado. De joven pensaba que no ocupaba instrucción, pero entré a la academia y me di cuenta que hay cosas más allá de lo que uno ve y que hay que tomar en cuenta, aprendí a ver y fue un verdadero descubrimiento, me abrió los ojos a otra dimensión.”

La destreza y facilidad que los años le dieron para lo figurativo e impresionista, lo llevaron a descubrir la pintura abstracta y de ahí en adelante todo es historia. La amalgama de corrientes estéticas vistas y conocidas desde la pintura prehispánica, la mexicanista, de “la ruptura”, le formó el carácter suficiente y necesario para desarrollar su propio estilo en su trabajo. “A los cuatro años fue muy impactante ver en los periódicos que llegaban al rancho las atrocidades que sucedieron en la guerra, todas esas cosas las traigo en mi conciencia. Yo estuve en México durante “la ruptura” y conocí a muchos artistas de ese movimiento. Ya me inclinaba hacia el abstraccionismo pero aquí no era muy conocido. Yo quería hacer la diferencia, pero inclusive los mismos maestros de la academia no me entendían. Tengo un parentesco lejano con Gerardo Murillo Coronado (Guadalajara. Jal., 1875 / México, D.F., 1964), recuerdo que mi tía decía, -tengo un primo loco que anda en Europa pintando monos- y era él, el Dr. Atl. Desde entonces así se les cataloga a los artistas, como locos, nunca se nos ha tomado en serio. Espero que ahora ya cambie eso.”

Cortesía


En Mexicali se encuentra mucha de su obra en muros, tanto interiores como exteriores, privados o públicos, ya sea un mural, un relieve, una escultura, un dibujo o una pintura. “Yo tenía dos hermanos aquí y aquí me encargaron mis padres, nací en México porque ahí tuve que nacer. Mexicali tiene una fuerza muy pesada para mí y a mis 10 años nos venimos. Me emocionaban las anécdotas de los viejos vaqueros que habían venido a Mexicali, que hablaban de La Chinesca como si hubieron ido a Europa; el agua, el calor que era igual que Caborca, la gente, eso me gusto y aquí me quede. Cuando llegué a Baja California yo le aposté al muralismo y aún quedan muchos murales por ahí, tanto personales como colectivos, otros tantos se han perdido, los han borrado o quitado. Recientemente andaba por el “centro histórico” viendo los murales que están haciendo y la empleada municipal que me guiaba comentó -estamos sembrando la semilla del muralismo en Mexicali- a lo que yo le contesté -entonces ¿nosotros que hicimos, aramos la tierra? Las generaciones recientes desconocen la historia de las artes en Mexicali”

A principios del 2024 en la Sala Internacional del CEART Mexicali se presentó la exposición Grito del Desierto, un tributo a la abstracción, una explosión de color, un paseo por el paisaje cachanilla y sonorense y un homenaje a la pintura mexicana de todos los tiempos. Una obra completa y totalmente madura, solida, viva, alegre, tal como lo es Carlos CORONADO ORTEGA, su autor, un auténtico, original y único Tohono O’odham.

Tiene 79 años de los cuales 70 los ha pasado dibujando y pintando. Nació en la ciudad de México “porque allá me toco nacer”; su primera infancia la vivió en Pitiquillo, muy cerca de Caborca, Son., rodeado de elementos prehispánicos que le transformaron su niñes: “no me entendieron, me mandaron al psicólogo por las cosas que hacía. Me decían que eso no debía ser de mi interés, yo debía interesarme por las necesidades de la casa, del campo. Pintar era cosa de niñas, de señoritas, me decían. Yo solo sabía qué para mi era indispensable, era una necesidad estar pintando, dibujando, creando cosas. Era como la gasolina para seguir adelante”.

Cortesía


Es Carlos Coronado Ortega, un artista indio, un Tonono O´odham (gente del desierto) que no niega su origen, al contrario, lo presume y lo grita a los cuatro vientos, “desde niño me llamo la atención las síntesis en los trazos de los petroglifos o pinturas rupestres que había en el rancho, muy incipientes, no como las que hay aquí en Baja California, aquellas eran muy elementales, pero sabías que eran, hombre o mujer, perro, caballo, bueno, no había caballos, pero animales, los identificabas perfectamente. Para los demás eran simples rayas, pero yo y otros pocos que si nos interesaban, las copiábamos para llevarlas a las paredes de nuestra casa.”

Desde su infancia los utilizó como información, los copiaba en su cuaderno y los guardaba, igual que los objetos que encontraba como pedernales, morteros, pedazos de piedras talladas, todos eso lo conservó, “los atrincheré, porque fueron de un pueblo que vivió donde vivíamos nosotros, escarbabas tantito y los encontrabas”. Hasta que un día se los descubrieron y los utilizaron para hacer la cimentación de la casa y ahí se perdieron “la gente no les encontraba forma, ellos solo veían piedras y las cogían para la construcción”.

Cortesía


Su gusto por el dibujo y la pintura lo llevó a estudiar en la Academia de Pintura de la Universidad de Sonora, “ahí si te equivocabas o hacías algo mal, lo tenías que hacer de nuevo, ahora hay muchas facilidades para ayudarse como la fotografía, en mis tiempos era prohibidísimo eso, los maestros eran muy estrictos, del siglo antepasado. De joven pensaba que no ocupaba instrucción, pero entré a la academia y me di cuenta que hay cosas más allá de lo que uno ve y que hay que tomar en cuenta, aprendí a ver y fue un verdadero descubrimiento, me abrió los ojos a otra dimensión.”

La destreza y facilidad que los años le dieron para lo figurativo e impresionista, lo llevaron a descubrir la pintura abstracta y de ahí en adelante todo es historia. La amalgama de corrientes estéticas vistas y conocidas desde la pintura prehispánica, la mexicanista, de “la ruptura”, le formó el carácter suficiente y necesario para desarrollar su propio estilo en su trabajo. “A los cuatro años fue muy impactante ver en los periódicos que llegaban al rancho las atrocidades que sucedieron en la guerra, todas esas cosas las traigo en mi conciencia. Yo estuve en México durante “la ruptura” y conocí a muchos artistas de ese movimiento. Ya me inclinaba hacia el abstraccionismo pero aquí no era muy conocido. Yo quería hacer la diferencia, pero inclusive los mismos maestros de la academia no me entendían. Tengo un parentesco lejano con Gerardo Murillo Coronado (Guadalajara. Jal., 1875 / México, D.F., 1964), recuerdo que mi tía decía, -tengo un primo loco que anda en Europa pintando monos- y era él, el Dr. Atl. Desde entonces así se les cataloga a los artistas, como locos, nunca se nos ha tomado en serio. Espero que ahora ya cambie eso.”

Cortesía


En Mexicali se encuentra mucha de su obra en muros, tanto interiores como exteriores, privados o públicos, ya sea un mural, un relieve, una escultura, un dibujo o una pintura. “Yo tenía dos hermanos aquí y aquí me encargaron mis padres, nací en México porque ahí tuve que nacer. Mexicali tiene una fuerza muy pesada para mí y a mis 10 años nos venimos. Me emocionaban las anécdotas de los viejos vaqueros que habían venido a Mexicali, que hablaban de La Chinesca como si hubieron ido a Europa; el agua, el calor que era igual que Caborca, la gente, eso me gusto y aquí me quede. Cuando llegué a Baja California yo le aposté al muralismo y aún quedan muchos murales por ahí, tanto personales como colectivos, otros tantos se han perdido, los han borrado o quitado. Recientemente andaba por el “centro histórico” viendo los murales que están haciendo y la empleada municipal que me guiaba comentó -estamos sembrando la semilla del muralismo en Mexicali- a lo que yo le contesté -entonces ¿nosotros que hicimos, aramos la tierra? Las generaciones recientes desconocen la historia de las artes en Mexicali”

A principios del 2024 en la Sala Internacional del CEART Mexicali se presentó la exposición Grito del Desierto, un tributo a la abstracción, una explosión de color, un paseo por el paisaje cachanilla y sonorense y un homenaje a la pintura mexicana de todos los tiempos. Una obra completa y totalmente madura, solida, viva, alegre, tal como lo es Carlos CORONADO ORTEGA, su autor, un auténtico, original y único Tohono O’odham.

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